Espacios. Vol. 21 (2) 2.000


Radiografía del milagro exportador mexicano: hacia una estrategia articulada con la capacidad productiva y la realidad social

An x-ray of the mexican export miracle: Towards a strategy consonant with the productive capacity and the social reality.

José Luis Solleiro1 y Humberto Simoneen A.2


RESUMEN

A partir del análisis de la evolución del comercio exterior de México un los últimos 50 años, se presentan una serie de recomendaciones para el establecimiento de una estrategia articulada a las políticas industrial y tecnológica, con el fin de lograr una participación más amplia de la sociedad mexicana en los beneficios que aporte la expansión del comercio exterior.

ABSTRACT

Starting off with an analysis of the development of foreign trade in Mexico over the last 50 years, a series of recommendations is given on how to establish a strategy consonant with their productive capacity and the social reality in Mexico, in order to achieve a greater participation of the Mexican society in the benefits brought about by the expansion of their foreign trade.

Contenido


1. Introducción

Desde la más amplia perspectiva, el próximo inicio de un nuevo milenio ha generado a lo largo y ancho del mundo una serie de estudios y especulaciones en una amplísima gama de asuntos y materias, como el papel del Estado, el futuro de las ideologías, la paz, las libertades consustanciales del ser humano, la seguridad nacional y mundial, la protección de “la casa del hombre” y el uso racional de la tecnología, por citar solamente algunos.

Causa también una gran inquietud la forma en que se construirá el Nuevo Orden Mundial: qué tipo de relaciones se establecerán entre las naciones, cuáles serán las regiones hegemónicas y las dependientes y qué posibilidades de hacer frente a la miseria tendrán los países pobres. En el campo económico, una pregunta toral radica en saber si la globalización logrará generar la prosperidad mundial que de ella se espera, y si el bienestar será extensivo y equitativo. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alrededor de un tercio de la población humana (1,300 millones de personas) vive con un ingreso inferior a un dólar diario. En el año 2,000, la mitad de la población del África al sur del Sahara vivirá en la miseria; la pobreza en América Latina y el Caribe afectará a unos 110 millones de personas. “En una economía mundial de 25 billones de dólares, esto es un escándalo, que refleja desigualdades vergonzosas y el fracaso inexcusable de la política nacional e internacional” 3

Las relaciones internacionales están estableciendo un marco de acción en el planeta, en cierta medida paradójico: por un lado, con creciente frecuencia se sostiene que la globalización es un fenómeno omnipotente y que la interrelación que, a diversos niveles, genera es un proceso irreversible. Negarse a participar en esta corriente significa, según esta opinión, aislarse de las posibilidades concretas del crecimiento.

Por otro lado, surgen con mayor fuerza y frecuencia las voces que advierten que la mundialización está acentuando las asimetrías. No son pocas las dudas y la incertidumbre que genera la integración mundial en términos de la soberanía nacional, y crece la profunda preocupación de que un estado nacional confíe su destino en instituciones y fuerzas que no se revelan claramente y sobre las cuales no se tiene ningún control. Solo cabe obedecerlas.

El campo del comercio exterior forma parte de esta discusión, aunque también está sujeto a exámenes diversos que llevan a conclusiones distintas, según el enfoque y la ideología dominantes para cada analista.

Así, para quienes defienden el liberalismo comercial, existe una clara tendencia internacional que comprueba que las economías abiertas han demostrado eficiencia y eficacia, por el hecho de que alientan la transformación productiva, sustentada en una incorporación gradual y creciente de combinaciones de progreso tecnológico y aumento en la inversión en recursos humanos, combinación que varía de país a país. Gracias a ello, las economías abiertas ofrecen condiciones naturales para la generación y reproducción de innovaciones. Cuando, además, el mercado es el pivote para seleccionar las mejores de esas nuevas ideas, este efecto de creación permanente, en teoría, acumula recursos y motiva al talento y la actitud emprendedora de la sociedad.

A nivel mundial, sostienen, hay diversas demostraciones empíricas de que los países con el aumento mas rápido en su comercio exterior, y sobre todo en sus exportaciones, también han tenido el incremento mas rápido en la producción durante periodos relativamente prolongados. El ejemplo mas claro lo tenemos en Estados Unidos, Canadá y varias naciones de Europa, a las que recientemente se sumaron algunos países asiáticos.

Otro beneficio teórico interesante para los países enfocados al comercio libre radica en que suelen tener mejores resultados en su eficiencia productiva; están mas adaptados, y son mas adaptables a las reglas de juego de la economía mundial, gracias a que responden a presiones competitivas que los impulsan a mejorar.

Para el caso de México, la política económica de los últimos quince años se ha apegado bastante al enfoque descrito anteriormente, habiendo llevado al replanteamiento de las relaciones comerciales con el exterior a partir del agotamiento del modelo de industrialización basado en la protección, lo cual ha hecho que, al menos en el discurso oficial - pues esa postura no se ha materializado en los hechos – se considere al intercambio con el mundo como el motor principal del desarrollo.

Es cierto que la economía internacional ha llegado a adquirir, a finales del siglo XX, un renovado auge no exento de tensiones. El comercio mundial crece más rápido que el PIB mundial, y significa un porcentaje creciente de la actividad de todos los países. México forma parte de esa expansión. Hoy menos que nunca puede considerasele como una economía aislada pues su interrelación con la economía global ha crecido sensiblemente. La importancia que su comercio exterior ha adquirido puede sostenerse cuando menos en tres hechos concretos:

  1. Para 1998, el comercio total de nuestro país alcanzó una cifra superior a los 243 mil millones de dólares, lo que lo situó como la octava potencia exportadora a nivel mundial (en 1996 ocupaba el lugar 16) y la primera en Latinoamérica, según la OMC. Su crecimiento (6.4%) supera al de los países de la OCDE (3.4%).
  2. El peso del comercio exterior en la economía del país, que puede medirse por el cociente de la suma de exportaciones e importaciones entre el Producto Nacional, representó en ese mismo año, a precios corrientes, el 51.7%, cuando en 1987 significaba el 18%.
  3. Nuestras ventas al exterior y nuestras compras desde el extranjero significaron aproximadamente el 2% del total mundial en uno y otro caso, que es un porcentaje superior al de países como Suecia, Suiza, Malasia, Tailandia, Brasil o Argentina.

El proceso de internacionalización, se dice, ha impulsado la eficiencia y productividad de la economía en general y de las empresas, abatiendo costos, explotando las áreas y nichos que pueden ofrecerle beneficios y ventajas. Eficiencia y productividad deben ser objetivos de la sociedad en su conjunto. El sector que no logre estas metas se transformará, inevitablemente, en un cuello de botella, lo que ha provocado que las empresas productoras se preocupen cada vez más por esa cadena de actividades productivas y de comercialización que permite hacer llegar los productos al mercado, ya sea doméstico o extranjero, con lo que ha abierto oportunidades para desarrollar actividades necesarias y rentables, bien sea para ellas mismas o para empresas especializadas. En efecto, en un reciente proyecto que está desarrollando una organización privada especializada en comercio exterior (ANIERM) referido al proceso de exportación de un grupo de productores de manufacturas sencillas y de productos agroindustriales, se encontró que entre el 40 y el 60% del valor en el mercado final de dichos bienes, está representado por el transporte y los servicios necesarios para hacerlos llegar a su destino final. En algunos de ellos, el valor de los servicios en el segmento nacional llega a representar entre el 30 y el 50% del valor final en el mercado final.

Lo anterior ilustra claramente la necesidad de complementar la política de apertura comercial con una estrategia tecnológica nacional enfocada a construir capacidades productivas más sólidas y la articulación de la cadena del valor, incluyendo actividades de producción, logística y comercialización.

En este ensayo, con base en el análisis de la evolución del comercio exterior de México en los últimos cincuenta años, presentaremos una serie de recomendaciones para el establecimiento de una estrategia de comercio exterior articulada a las políticas industrial y tecnológica, con el fin de lograr una participación más amplia de la sociedad mexicana de sus beneficios.

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  1. Investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este artículo es resultado parcial de un proyecto de investigación apoyado por el programa PAPIIT de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y el CONACYT.
  2. Vicepresidente Ejecutivo de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (ANIERM)
  3. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Informe sobre el Desarrollo Humano 1997,Ediciones Mundi-Prensa,Madrid,1997, p.2.

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