ISSN 0798 1015

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Vol. 40 (Nº 31) Año 2019. Pág. 8

Prácticas parentales y su relación con conductas prosociales y agresivas en niños, niñas y adolescentes de instituciones educativas

Parental practices and their relationship with prosocial and aggressive behaviors in children and adolescents of educational institutions

PEREZ, Kethy L. 1; ROMERO, Kelly 2; ROBLES, Johana L. 3 y FLÓREZ, Marianella 4

Recibido: 16/05/2019 • Aprobado: 02/09/2019 • Publicado 16/09/2019


Contenido

1. Introducción

2. Metodología

3. Resultados

4. Conclusiones

Referencias bibliográficas


RESUMEN:

El objetivo del artículo es establecer la relación entre prácticas parentales, conducta prosocial y conducta agresiva en niños y adolescentes de dos instituciones educativas públicas. La población estuvo constituida por 363 estudiantes. Los resultados muestran que el 25.6% de niños y niñas presentan conductas agresivas y el 14.1% demostraron ser prosociales, siendo el estilo de crianza autoritativo el que favorece conductas prosociales, así mismo el estilo de crianza negligente es el que menos genera conductas prosociales en niños y adolescentes.
Palabras clave: Prácticas parentales, agresividad, prosocialidad

ABSTRACT:

The objective of the article is to establish the relationship between parental practices, prosocial behavior and aggressive behavior in children and adolescents of two public educational institutions. The population was constituted by 363 students. The results show that 25.6% of boys and girls show aggressive behaviors and 14.1% showed to be prosocial, being the authoritative parenting style that favors prosocial behaviors, likewise the style of negligent parenting is the one that generates the least prosocial behavior in children and teenagers.
Keywords: Parental practices, aggressiveness, prosociality

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1. Introducción

La Organización de Naciones Unidas (ONU, 2016) en un informe denominado “No hay definición de familia, declara que la familia es el grupo fundamental de la sociedad y medio natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, en particular de los niños” (p.1). Es aquí, en la familia donde se les imparten normas, valores y principios que les permiten desarrollarse de manera integral como futuros adultos inherentes en una sociedad planteando las diferencias en la composición de esta, dejando un espacio abierto a todas aquellas familias que están constituidas, pero que necesariamente no son un padre y una madre únicamente.

De igual forma, la familia permite el crecimiento integral del individuo y compartir con otras personas, los valores, tradiciones, normas y creencias, que resultan necesarios para su crecimiento en la sociedad (Oliva & Villa, 2014; Castillo-Santis, Carpintero-Montalve, Sibaja-Morales, & Romero-Acosta, 2015). Es así, como Baumrin (1966) describe por primera vez tres prototipos comunes de control parental: permisivo, autoritativo y autoritario.  Sin embargo, a lo largo de sus investigaciones aparece un estilo de crianza más, al cual denominó negligente, cada una con sus propias implicaciones para los resultados psicológicos y conductuales en niños y adolescentes. Los padres que practican un estilo de crianza autoritativo generalmente son cálidos con un alto nivel de control positivo / asertivo; sin embargo, aquellos padres autoritarios tienen baja calidez y altos niveles de control punitivo; así mismo, los padres permisivos son cálidos, pero con poco intento de control; y por último los padres negligentes tienen poco calor de hogar y ejercen un bajo control.

Por ende, cada uno de estos estilos parentales promueven ciertos tipos de comportamientos en los niños y adolescentes formándoles de alguna manera para que enfrenten las necesidades del entorno en las que se desenvuelven, lo que se convierte en un pilar de investigación del presente estudio ya que se establecieron las relaciones entre estos estilos de crianza y los comportamientos prosociales y agresivos de niños y adolescentes en edades de 10 a 14 años pertenecientes a dos instituciones educativas públicas del municipio de Ciénaga Magdalena.

Por lo anterior, resulta muy importante abordar a la familia como núcleo fundamental donde se originan muchas conductas del ser humano; teniendo en cuenta  el postulado teórico de Bandura y Walters (1963), del aprendizaje social, el cual fundamentó la investigación, planteando que toda conducta humana se aprende por observación mediante modelado, teniendo en cuenta que si el ser humano en su proceso de aprendizaje fuera de tipo directo, por ensayo y error se vería expuesto a situaciones adversas por los errores cometidos durante su aprendizaje.  Sin embargo, el experimento de estos autores del “muñeco bobo” analizaba concretamente la conducta agresiva, lo que deja espacio para determinar si las conductas positivas se aprenden de la misma forma, lo que resultó relevante investigar. Teniendo en cuenta que la violencia y los aspectos negativos han sido los más estudiados desde la psicología, hoy se pretende incluir más aspectos positivos del ser humano, basados en el enfoque de la psicología positiva se estudian las fortalezas y la virtud del ser humano y no solo la debilidad, el daño o la enfermedad (Seligman, 2003)

La conducta violenta se manifiesta como algo cotidiano, e inclusive, como algo natural en la gran mayoría de los casos.  En el informe mundial sobre violencia y salud, la Organización Mundial de Salud (OMS, 2002), plantea que cerca de 1.6 millones de vidas perdidas cada año por causa de la violencia y otro sinnúmero más afectadas por diferentes tipos de violencia como la colectiva, autoinflingida e interpersonal, ésta última nace con la interacción con el otro y que inclusive ingresa a los núcleos familiares, encontrándose rastro de esta violencia mundial detrás de cada una de las puertas de los hogares. Según el artículo La violencia interpersonal es la razón de 6 de cada 10 homicidios de el periódico el Tiempo (2017), en Colombia, el panorama es preocupante y no difiere de lo vivido a nivel mundial, ya que, casi 81.500 personas en el 2016 fueron notificadas por el Instituto de Medicina Legal como víctimas de lesiones personales siendo agredidos en medio de riñas.

Estos indicadores evidencian a nivel nacional y mundial la violencia como una de las principales causas de muerte en la población juvenil y que sin duda alguna representa un problema mundial que amerita ser intervenido, aunque este tipo de manifestaciones agresivas son las que podemos ver en todos los escenarios, resulta sumamente preocupante aquella que se da dentro del seno familiar.

En el municipio de Ciénaga Magdalena se presentaron 354 casos de violencia en el 2017, en donde 171 de estos corresponde a violencia intrafamiliar, y 74 de ellos fueron hacia menores de edad, por su parte se notificaron 109 casos de abuso sexual, en donde el principal agresor convive con la víctima y 76 de estos casos de abusos fueron en niñas entre los (5) a los (14) años, además 218 casos fueron reportados como violencia física.  Cabe destacar que estos casos son aquellos que fueron notificados en alguna unidad primaria generadora de datos del municipio, es decir, alguna IPS o centro de urgencias en donde consultaron los casos difíciles de manejar en casa y con lesiones evidentes, lo que significa que estos datos no llegarían a ser nada significativo en comparación aquellos casos que no son reportados o que se entienden como una conducta natural y que hace parte de las relaciones interpersonales (Sivigila, 2017)

Estas estadísticas muestran un panorama preocupante que requiere ser intervenido desde el núcleo básico de la sociedad iniciando la construcción y promoción de conductas prosociales en niños y adolescentes, que la familia es el eje determinante para construir las bases sólidas que se requieren para la conducta prosocial, en este sentido promoverlas se convierte en una herramienta para la prevención de factores de riesgos, especialmente en aquellas familias que por sus estilos de crianzas influyen negativamente en el desarrollo psicoafectivo, cambiando paradigmas que se han concebido a través de la historia considerando que el hombre nace con una necesidad de odio y destrucción (Muñoz, 2000).

En tal sentido que, la teoría del aprendizaje social, Bandura plantea que la frustración no genera una pulsión agresiva que necesite descargarse mediante conductas dañinas o lesivas, sino que crea un estado general de activación emocional a partir de una serie de conductas (dependencia, logro, agresión, resignación, somatización, soluciones constructivas, etc.,)

Sin embargo, en los ambientes en que los niños y adolescentes interactúan pueden desarrollar comportamientos agresivos o prosociales, este último se enmarcada en la psicología positiva orientada hacia aquellas conductas propias que benefician a los demás, ya que propende por una convivencia pacífica y agradable como lo describe Eisenberg y Fabes (1998) quienes consideran que es la conducta que se realiza de manera voluntaria teniendo como finalidad el beneficiar a otros, en este sentido florecen acciones como el ayudar a los compañeros y animarlos a ser mejores, siendo la definición que se utilizó en el presente trabajo. Así mimos, Hoffman (2000) define la prosocialidad como la respuesta afectuosa más conveniente con la situación de otra persona que con la propia, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Por su parte, Romersi, Martínez-Fernández y Roche (2011) lo define como aquellas conductas voluntarias que se brindan sin buscar un beneficio propio a cambio por lo tanto no solo se centran en actitudes que se expresan a través de las relaciones sociales, lo que se relaciona con lo planteado por Collell, & Escudé (2006), quienes caracterizan la prosocialidad como una conducta que es observable dentro del contexto en el que nos desenvolvemos.

De acuerdo con esto, los estilos de crianzas en la niñez y la adolescencia presentan relación alguna con las conductas prosociales, debido a que estas prácticas ayudan a fomentar valores y normas que permiten llevar a un niño a ser considerado en un futuro un adulto socialmente integral (Grusec & Goodnow, 1994; Grusec, Goodenow & Kuczynski, 2000; Hoffman, 1990). Por consiguiente, el hogar es un espacio que propicia conductas prosociales, ya que los niños a quienes se les enseña conducta prosocial y a su vez la multiplican con otros niños, muestran más habilidades prosociales en diferentes situaciones (Rodríguez ,2007).

Por lo tanto, visto desde esta perspectiva, la psicología positiva procura ir más allá de la prevención, puesto que también estaría en función de la enfermedad, este tipo de posturas, proponen un estudio de lo positivo, las emociones conocidas como la felicidad, creatividad, curiosidad, apertura mental, amor por el saber, entre otros, proponiendo una contrapartida a los manuales diagnósticos como DSM-V y CIE-10, denominándolos Manual de Sanidades al establecer un vocabulario común sobre rasgos positivos evaluables (Peterson & Seligman, 2006).

Los patrones de crianza adoptados por las familias resultan importantes, ya que según la teoría del aprendizaje social “los niños, pueden aprender su relación con las demás personas observando modelos importantes como los de su familia, siendo ésta considerada como primer medio social donde el niño va aprendiendo a convivir con otras personas y a resolver conflictos” (Enciso & Lozano, 2011, p. 84).

En la infancia se dan las bases para el proceso de aprendizaje social del desarrollo emocional de niños y niñas, es por ello que en  la familia y la escuela se  establecen los factores protectores y de riesgo que refuerzan o no  el comportamiento de los niños y adolescentes en un escenario de interacción, sin embargo, múltiples investigaciones indican que la conducta prosocial en el adolescente es esencial en la relación con sus iguales  ya que tiende a presentar una empatía hacia los demás por ende, este  comportamiento lo lleva a generar sentimientos de satisfacciones personales al poder ayudar a otros sin recibir nada a cambio (Calvo, González & Martorell ,2001).  Por ello el adolescente debe desarrollar una serie de competencias sociales, que se refieren, a las actitudes, habilidades y estrategias socio-cognitivas con las que el sujeto cuenta en la interacción social, incluyendo en estas habilidades sociales, autocontrol, autoeficacia, autorregulación, empatía, reforzamiento social y estrategias cognitivo sociales (Den Bak & Krasnor,Trianes, Muñoz & Jiménez, como se citó en Redondo, Rueda y Amado 2013).

Desde la perspectiva del desarrollo positivo la adolescencia no la reconocen como un periodo hostil, sino como una etapa de adquisición de conocimientos y habilidades, que puede estar mediada con la forma de adaptarse al entorno y la manera en que se asuman las prácticas de crianza, junto a las distintas posibilidades de pensar, vivir y actuar (Benson, Scales, Hamilton y Sesma, 2006).

Sin embargo, la violencia social y el desplazamiento forzado han venido afectando la salud mental y física, la vida familiar y la educación de miles de jóvenes.  El Departamento del Magdalena registra 302.613 víctimas atendidas sujetos de atención y/o reparación y 423.137 víctimas que han declarado serlo, lo que corresponde a un 32% de la población, que asciende a 1.247.514 personas.  El departamento del Magdalena es el segundo departamento que alberga más desplazados en Colombia. Seguido por el homicidio a un 10 % de la población. Durante el año 2015, en los dos puntos de atención (Santa Marta y Ciénaga) se han atendido 54.863 víctimas, se han recibido 38.948 solicitudes de ayuda humanitaria y 20.869 solicitudes de registro (Unidad de Justicia y Paz, 2015).

En este contexto, de violencia y destrucción, como si fuese la única fuente de desarrollo, viven los niños y jóvenes escolares, así como el colectivo humano que los rodea: sus familias, sus compañeros, sus profesores y sus líderes comunitarios; bajo la presencia cotidiana de diferentes factores que deterioran su salud mental y su sana convivencia, como la violencia intrafamiliar, el consumo de alcohol, cigarrillo y otras sustancias psicoactivas, desajustes emocionales como la ansiedad, depresión y conducta agresiva-autoagresiva, desmotivación escolar, entre otros; los cuales tienden a debilitar la estabilidad y funcionalidad de la familia, la escuela y la comunidad (Ferrel, Ferrel &Yañez, 2015).

Mientras el país sigue buscando una convivencia pacífica dentro de sus coterráneos, muchos padres, maestros y agentes sociales no tienen claro cómo deben educar a sus hijos a ser hombres y mujeres pacíficos que procuren una resolución asertiva de sus problemas, reconociendo al otro, respetando las diferencias, etc.

La familia como parte elemental e imprescindible en la educación de los niños y adolescentes dentro de la sociedad, se convierte en actor fundamental por medio de sus pautas de crianzas, ya que desde este núcleo se gestan las bases más importantes de un ser humano, sin embargo, no hay estudios serios ni consistentes sobre esta temática. De igual forma, no se ha definido si la edad más propicia para enseñar la conducta pacífica prosocial es en la infancia o en la adolescencia, pues en ambas etapas se manifiesta de manera evidente y generalizada la conducta social (agresiva o prosocial), en la escuela, el hogar y la sociedad no obstante se considera que en la adolescencia hay mayor conciencia de la acción y en esta etapa se ve reflejado la personalidad del adolescente (Ferrel, Ferrel & Yañes, 2015).

Por ello, es importante promover la investigación de una nueva conducta pacífica prosocial a niños y adolescentes, que identifique prácticas parentales utilizadas por los padres de aquellos niños y jóvenes prosociales que permitan ser replicadas y aquellas prácticas usadas en niños agresivos que deban ser disminuidas o en el mejor de los casos eliminadas, con el objetivo de fomentar y multiplicar todo aquello que contribuyan a una convivencia sana y pacífica en el colectivo social, generando un gran aporte a la comunidad científica, porque esto podrá ser el inicio de un gran número de investigaciones que contribuyan desde la academia a construir un país en Paz. Por ende, que desde aquí se desprende la realización de futuros programas con gran impacto en la sociedad en general que permitan, ¿por qué no? Institucionalizarse en escuelas o entidades del estado que atiendan a menores de edad, desde las entidades de protección al menor como en educación, Por lo anterior, emergen los siguientes cuestionamientos ¿Cuál es la relación entre las prácticas parentales, la conducta prosocial y la conducta agresiva en niños de 10 a 14 años pertenecientes a dos Instituciones Educativas públicas del municipio de Ciénaga departamento del Magdalena, Colombia?

2. Metodología

2.1. Tipo de investigación

La investigación se encuentra diseñada desde un paradigma cuantitativo, así mismo, el tipo de estudio es correlacional, por cuanto buscó establecer la relación existente entre prácticas parentales, conductas prosociales y conductas agresivas en niños y adolescentes de 10 – 14 años.

2.2. Diseño de investigación

El diseño utilizado para el desarrollo de esta investigación fue de tipo transeccional, con un muestreo de tipo intencional no probabilístico, como es el caso de la presente investigación, que escogió la muestra, de acuerdo aquellos niños y niñas con conductas prosociales y conductas agresivas, producto de las prácticas parentales establecidas por sus padres y/o cuidadores de  dos I.E públicas del municipio de Ciénaga Magdalena, así mismo es transaccional llevándose a cabo en un momento único del tiempo, es decir, en una sola medición.

2.3. Población

La población con la cual se trabajó fueron 363 niños y niñas de 10 a 14 años pertenecientes a los grados 5º y 6º de dos Instituciones Educativas Públicas del Municipio de Ciénaga Magdalena, las instituciones están ubicadas en la zona urbana del municipio, las dos instituciones cuentan con los niveles de educación preescolar, media, primaria y secundaria.

2.4. Muestra

Se tomó toda la población de niños, niñas y adolescentes de los cursos 5º y 6º con edades de 10 a 14 de las dos instituciones educativas públicas del Municipio de Ciénaga Magdalena. Se tuvieron en cuenta como criterios de inclusión: niños de 10 a 14 años que se encuentren en los grados 5º y 6º pertenecientes a dos (2) Instituciones Educativas Públicas del Municipio de Ciénaga Magdalena, que no tengan alguna enfermedad cognitiva que le impida entender los instrumentos de medición, y que deseen participar mediante la firma del consentimiento informado de su padre de familia o acudiente.

Como criterios de exclusión: niños con alguna discapacidad cognitiva, con dificultades para leer o escribir y aquellos niños mayores de 14 años y menores de 10 o que no pertenezcan a las Instituciones educativas que no han sido seleccionadas, también serán excluidos aquellos niños cuyos padres y/o cuidadores no quieran que participen absteniéndose de firmar consentimiento informado.

2.5. Instrumentos

Se utilizaron tres (3) instrumentos en la presente investigación:

Ficha de caracterización sociodemográfica: Elaborada por las autoras con el objetivo de tomar datos que permitan caracterizar a las familias desde su contexto socioeconómico, nivel educativo de los padres, sexo, edad de nacimiento y quien permanece mayor tiempo con los niños.

El cuestionario de Collell, & Escudé (2006) CESC (Conductay Experiencias Sociales en Clase): el cual mostró aquellos alumnos en situación de riesgo para conductas agresivas, victimización y conductas prosociales, que para el efecto de la presente investigación se tuvieron en cuenta sólo las variables de conductas agresivas y prosocialidad. Subtests y factores: consta de 9 ítems agrupados en 3 factores: Agresión Física 4 ítems, Victimización 3 ítems y Prosocialidad 2 ítems. El cuestionario incluye 2 ítems para valorar el estatus social y un último ítem de gratificación que no se evalúa. Para un total de 11 ítems con una fiabilidad: información psicométrica: proporcionada por factores. Consistencia interna: alfa de Cronbach de .82 a .88

Parental Practice Scale de Lempers, Clark-Lempers, &Simons (1989). Es una escala que es contestada por los niños y adolescentes, tipo Likert de cinco puntos que va desde 1 (nunca) a 5 (muy a menudo), con un un Alpha de Cronbach de .89 que contiene 27 ítems agrupados en cuatro dimensiones:

2.6. Procedimiento

Elaborado el estado de arte con las teorías que sustentaron la investigación, se continuó con el trabajo de campo que inició con la solicitud del consentimiento informado a los padres, de todos los niños, niñas y adolescentes que cursaban 5º y 6º de las dos Instituciones Educativas Públicas del Municipio antes mencionadas, dicha recolección se realizó de manera presencial e individual con cada niño recolectando de esta forma la información necesaria para el proceso de digitación, e inserción de los datos en el software SPSS a través de una matriz de Excel que contenía toda la información obtenida y las cuales fueron ingresadas para que luego el sistema arrojara los resultados.

2.7. Declaración sobre aspectos éticos

El estudio respetó y considero todos los lineamientos brindados sobre la investigación en salud, siguiendo las condiciones planteadas en el código de Núremberg; Informe Belmont (Comisión Nacional para la protección de los sujetos humanos de investigación, 2010)22; Ley 1090 de 20062, la resolución 8430 del Ministerio de Salud, Declaración de Helsinki de 1975.

3. Resultados

A continuación, se presentan los principales resultados de la investigación.

3.1. Caracterización sociodemográfica

En el presente estudio se encontró que, de la población de 363 estudiantes pertenecientes a dos instituciones educativas públicas del municipio de Ciénaga Magdalena, el 51% son niñas con (185 participantes) y 49% son niños con (178 participantes).  Entre las edades de 10 a 14 años.

De acuerdo al modelo de clasificación social Hollingshead & Redlich (1958) el nivel socioeconómico que presentaron los estudiantes es medio bajo con un 54.4 % con 196 estudiantes tal y como se observa en la tabla 1.

Tabla 1
Datos sociodemográficos

 

n

%

Sexo

Niña

185

51

Niño

178

49

Estatus socioeconómico

Medio-alto

 14

 4

Medio

 79

22

Medio-bajo

196

54

Bajo

 71

20

Total

363

100

Fuente: elaboración propia

De igual forma se encontró que la situación de salud de los niños y adolescentes es buena de acuerdo a su percepción con un 82.1%, así mismo, es la madre quien establece las normas en el hogar con un 49.7%, por lo tanto los jóvenes que permanecen mayor tiempo con ella es un 54.4%, por su parte en un 94.8% afirma compartir tiempo en familia, aunque el lugar en el que comparten sea en su mayoría el hogar, es decir, son pocos que pasan tiempo de familia en paseos o lugares de esparcimientos, por ende un 79.8% manifiesta tener una buena relación familiar, disfrutando más la compañía de la madre con un 54.4%, por el contrario a esto, disfrutan menos la compañía con el padre con un 46.7% y en consecuencia, es con él con quien pasan menos tiempo con un 49.7%, esto es probable a que la gran mayoría de los hogares es el padre quien suministra económicamente los gastos y por ende se ausenta más del hogar, o su núcleo familiar se encuentre separado y convivan con padrastros o madrastras.

Por otra parte, el 72.7% cuenta con vivienda propia y el 88.2% viven en casas construidas con materiales como ladrillos o bloques, y el 40.4% cuenta con servicios públicos como agua, luz, gas, internet y acueducto, lo que permitió de acuerdo a la clasificación socioeconómica Hollingshead & Redlich (1958) determinar que en el nivel en el que se encuentra esta población es medio bajo.

3.2. Presencia de conductas prosociales y agresivas.

Se puede observar que, en la muestra se encontró un 25.6% de niños y niñas con conductas agresivas (92 estudiantes) y con un 14.1% de estudiantes demostraron ser prosociales (51 estudiantes).  Por lo tanto, si existen este tipo de comportamientos en los niños, siendo la agresividad quien hace más presencia en el contexto escolar. Véase tabla 2.

Tabla 2
Conductas prosociales y agresivas en la muestra

 

n

%

Agresividad (presente)

92

25

Prosocialidad (presente)

51

14

Total

143

39

Fuente: elaboración propia

Prácticas parentales utilizadas. De acuerdo a los resultados obtenidos, el estilo de crianza Autoritativo fue el que más se relacionó con comportamientos prosociales con un 66.2% del total de la muestra, lo que significa generalmente son cálidos con un alto nivel de control positivo/asertivo, es decir, actúan de manera racional, el padre o la madre anima a dar y recibir verbalmente, comparte con el niño razonamiento detrás de su norma y solicita sus objeciones cuando se niega a cumplir. Ver tabla 3   

Tabla 3
Prácticas Parentales

 

Prosocial

Agresivo

Ambos

 

n

%

n

%

n

%

Autoritativo

49

33.8

19

57.6

7

38.9

Autoritario

9

12.2

3

9.1

3

16.7

Permisivo

6

8.1

2

6.1

1

5.6

Negligente

28

37.8

6

18.2

5

27.8

Fuente: elaboración propia

3.3. Correlaciones entre estilos de crianza vs. Prosocialidad y agresividad

Al observar la tabla 4, se encuentra una correlación directa, negativa y significativa entre negligencia y prosocialidad (Pearson= - 0,108; sig.= 0,04) al nivel de significancia de 0,05 (dos  colas),  nos  indica  que  el  estilo  de  crianza  negligente  desfavorece  la prosocialidad, a mayor negligencia menor la prosocialidad. Siendo que en la correlación de Pearson se compararon los niños con prosocialidad ausente y con prosocialidad presente y los niños con prosocialidad presente tienen significativamente menos tendencia a tener el estilo de crianza negligente en comparación con los que tienen prosocialidad ausente.

Tabla 4
Relación entre prácticas parentales,
prosocialidad y agresividad Aplicar

 

Prosocial

Agresividad

Negligente

Correlación de Person

-,108*

,020

Sig.

,040

,707

n

362

359

Permisivo

Correlación de Person

-,042

-,027

Sig.

,424

,612

n

362

359

Autoritativo

Correlación de Person

,127**

-,011

Sig.

,015

,840

n

362

359

Autoritatario

Correlación de Person

,025

,059

Sig.

,640

,265

n

362

359

Fuente: elaboración propia
* La correlación es significativa al nivel de 0,01 (2 colas)
** La Correlación es significativa al nivel de 0,05 (2 colas).

Igualmente, se halla una correlación directa, positiva y significativa entre el estilo autoritativo y la prosocialidad (Pearson =0,127; sig. 0,015) al nivel de significancia de 0,05 (2 colas), indicando que el estilo autoritativo si favorece la prosocialidad, entre más estructurado este el estilo autoritativo más prosocialidad. Es decir que en la correlación de Pearson se compararon los niños con prosocialidad ausente y con prosocialidad presente y los niños con prosocialidad presente tienen significativamente más tendencia a tener el estilo de crianza autoritativo en comparación con los que tienen prosocialidad ausente.

No se observan otras correlaciones, indicando que ninguno de los estilos de crianza podría explicar la presencia de conductas agresivas, quizás se deba a la interacción de otras variables no analizadas en este estudio.

4. Conclusiones

El ser humano a medida que se desarrolla va asumiendo para su vida razonamientos, normas, reglas, pautas y valores, que están inmersos en su cultura, en el contexto que lo rodea y del cual él es un sujeto activo, es aquí donde las prácticas de crianza manejadas por los padres juegan un papel muy importante siendo la forma que utilizan para educar a el niño con la expectativa de convertirlo en un adulto socialmente responsable.

Baumrind (1966), quien ha realizado numerosos estudios relacionados con los estilos parentales y de socialización, resaltando cuatro tipos de estilos de crianza utilizados por los padres para controlar la conducta de sus hijos, clasificándolos en: Permisivo, Autoritativo, Autoritario y Negligente.

Con sus estudios Baumrind (1966),  ha logrado demostrar que en los hogares donde el estilo de crianza es autoritativo los padres  prestan atenciones y cuidados y a su vez se exigen ciertos niveles de control fomentando en los niños madurez y competencia, Por el contrario, estos niveles no se consiguen si se utiliza una disciplina autoritaria, de severidad en los castigos o abundantes restricciones y protección excesiva, teniendo en cuenta estos resultados se puede considerar que son consistentes con los obtenidos en la presente investigación, la cual arrojó que existe una correlación directa, positiva y significativa entre el estilo autoritativo y la prosocialidad indicando que el estilo autoritativo si favorece la prosocialidad, entre más estructurado este el estilo autoritativo mayor prosocialidad, de igual forma, se establece que ninguno de los estilos de crianza favorecen la presencia de conductas agresivas, lo que es opuesto a lo que plantea Martínez (2010), en su artículo de revisión hace una reflexión sobre la relación entre las pautas de crianza y el desarrollo socio afectivo durante la infancia en el que destaca la importancia de las pautas de crianza, concibiéndolas como generadora de factores protectores en la familia como estilos de crianza asertivos, competentes y positivos, de esta forma se pueda disminuir los problemas comportamentales y emocionales en la infancia y la adolescencia, lo cual en concordancia con lo encontrado en este estudio, sustenta el resultado encontrado en donde el estilo autoritativo es  el más asertivo de los estilos de crianza, cabe aclarar que la denominación de autoritativo no la define el autor textualmente, sin embargo las características de este estilo corresponden a las planteadas en este estudio por el autor Baumrind (1966).

Por consiguiente, se puede afirmar que hay una relación significativamente positiva entre el estilo de crianza autoritativo y las conductas prosociales, concordando con lo hallado por Castillo, Sibaja, Carpintero & Romero (2015), en su estudio de los estilos de crianza en niños, niñas y adolescentes en Colombia, encontraron nueve investigaciones que tienen dentro de sus variables estilos de crianza y la mayoría de estos la relacionan con variables que tienen que ver con el desarrollo social de los niños como lo es la conducta prosocial y/o habilidades sociales, en una de estas investigaciones analizadas se proponen como estilos de crianza el autoritario, el permisivo, el descuidado, el sobre protector y el democrático, coincidiendo con los algunos de los estilos de crianza de los cuales nos basamos en esta investigación como lo son el autoritario y el permisivo, lo que confirma que independientemente de la denominación que se le dé al estilo de crianza lo importante es destacar  que necesariamente los padres enmarca su crianza en un estilo determinado para fijar los lineamientos de cómo educar a sus hijos, es decir mantener algún control o seguimiento, cuidados y prestarle atención, es una forma acertada de criar a los hijos, promoviendo hombres y mujeres en el futuro con competencias y habilidades sociales que les permite desenvolverse más en comunidad.

Así mimo, Mestre, Samper & Díez (2001) demostraron encontrar relación entre los estilos de crianza con la conducta prosocial, puesto que ellos afirman que la dimensión afectiva y la evaluación  positiva del hijo, el apoyo emocional, en coherencia con el control y las normas, promueven la empatía, el razonamiento internalizado y la conducta prosocial, en otras palabras, los adolescente que practican, observan y conviven en el afecto, desarrollan capacidad de compartirlo y aprenden a ser más sensibles ante las necesidades de otras personas, mientras que los que viven en hostilidad, se muestran más insensibles ante las necesidades de otras personas, lo que contrasta con los resultados encontrados a través de la correlación de Pearson, en donde se halló una  correlación directa,  positiva  y significativa  entre  el estilo autoritativo y la prosocialidad (Pearson  =0,127; sig. 0,015) al nivel de significancia de 0,05 (2 colas), indicando que el estilo autoritativo si favorece la prosocialidad, a mayor estilo de crianza autoritativo, con la presencia de normas, control, cuidados sin coerción o castigos severos propicia sujetos con capacidad de empatía y ser sensibles ante las necesidades de otras personas.

Por otra parte, paralelamente a los anteriores resultados, no se halló relación alguna entre los estilos de crianza y la conducta agresiva, de tal manera que Sanmartín (como se citó en Trujillo, Romero-Acosta, 2016) plantea que “el ser humano como cualquier otro animal posee características biológicas que lo conducen a reaccionar de manera agresiva ante situaciones del día a día que lo lleven a violentar” (p.45).  Sin embargo, para Trujillo & Romero-Acosta, (2016) este instinto de supervivencia que puede ser válido para la supervivencia del ser humano puede ser un causante de destrucción para otro ser humano. Aunque no se desconoce la parte biológica de la conducta, no se debe dejar a un lado los diferentes contextos que propicien la aparición de ciertas conductas, para efectos de este estudio, no se halló relación entre los estilos de crianzas y la conducta agresiva. Es decir, ninguno de los estilos de crianzas planteados en la investigación arrojó alguna relación positiva o negativa con este comportamiento.

Así lo demostraron Londoño & Viveros (2012) en su estudio sobre expresiones infantiles de agresividad en contextos educativos, donde tuvieron en cuenta la variable de roles y límites en la familia, encontrando que si bien es cierto que los padres han utilizado en ocasiones castigos físicos dentro de sus prácticas de crianzas, no se evidenciaron ambientes realmente violentos en las familias de la comuna 13 de la ciudad de Medellín, que desencadenen esta conducta en los niños, sino que  los ambientes “donde están creciendo estos niños no son propiamente los que desencadenan los comportamientos agresivos sino que hay otros factores, también subjetivos y sociales, que influyen en esta situación (p 34), por consiguiente se sugiere analizar otros contextos y factores que lleguen a influenciar en la conducta violenta, sin dejar a un lado las tres dimensiones del ser humano: biológica, psicológica y social.

Así mismo, Ríos & Barbosa (2017), encontraron el mismo resultado que se observó en este estudio, puesto que al tener en cuenta los estilos de crianza y la agresividad en adolescente, y a través de la medida de divergencia de chi- cuadrado“ ninguno de los valores cumple con el criterio con respecto al valor menor 0.05 de la significancia bilateral, lo cual indica que ninguna de las variables se relaciona entre sí” (p.42) es decir, no existe ninguna relación significativa entre estilos de crianza implementados por los padres y la manifestación de conductas agresivas, contrastando con los hallazgos arrojados por esta investigación, que permiten determinar que la conducta violenta no es una transmisión directa padres a hijos, sino que en ella intervienen muchos factores y a la interacción de otras variables que no fueron analizadas en este estudio, haciéndola una conducta compleja que requiere de la interacción de diferentes factores, actores, contextos y genética.

Tal y como lo sustenta, Cortés, Rodriguez & Velasco (2016)  en donde  las conductas agresivas, no  solo dependen del contexto en el que se desarrolla el menor, sino que sus raíces pueden estar determinadas adicionalmente por factores genéticos o biológicos, lo que podría explicar, el por qué no se encontró relación entre los estilos de crianza con la conducta agresiva, cobrando con mayor fuerza algunos planteamiento que se hacen estos autores, donde la base biológica al interaccionar con factores ambientales producen resultados diferenciados en los niños y adolescentes.

De la misma forma que  Aroca (2012) manifiesta que no se ha determinado ninguna teoría científica que de claridad sobre el tipo de influencia que ejercen los padres en sus hijos y viceversa, siendo indispensable un modelo explicativo biopsicosocial que sustente la violencia de padre a hijo, afirmando que los padres no influyen de forma directa, contundente e intransferible en el desarrollo psicoemocional y conductual de los hijos, puesto que también debe tenerse en cuenta la genética y su interacción con el ambiente, dejando abierta la posibilidad para pensar que quizás en esta población se deba a la interacción de otras variables que no fueron analizadas en este estudio, siendo un elemento que llama la atención y que pueden ser un tema para el desarrollo de futuras investigaciones.

Se concluye que el estilo de crianza autoritativo, caracterizado por ser cálidos con un alto nivel de control positivo / asertivo, promueven niños y adolescentes con conductas prosociales, empáticos y sensibles a las necesidades de los demás, puesto que convivir con un núcleo familiar con estas características permite que los hijos puedan transmitirlas a los demás. Los estilos de crianzas, negligentes con padres ausentes en el cuidado e intereses de los hijos, los padres permisivos carentes de normas o control, y autoritarios que tienen baja calidez y altos niveles de control punitivo, no propician la conducta prosocial y tampoco están relacionados con las conductas agresivas, asumiendo que ésta última es multifactorial y se requiere de la relación con otras variables que no fueron tenidas en cuenta en este estudio para su aparición. Ser amable, escuchar a los hijos, estar interesado en lo que aprende en el colegio, conocer a sus amigos, supervisarlos, vigilarlos, elogiarlos, evaluarlos positivamente, compensarlos, dejarlos tomar decisiones e intentar resolver los problemas de manera familiar, propicia que los niños y adolescentes se sientan queridos, amados e importantes para sus padres, promoviendo condiciones en el niño que le permita ser empático y sociable, por ende convivir en casa con estas actitudes permite que se multipliquen y se extiendan a otros contextos sociales, sin embargo de ser todo lo opuesto, sería muy difícil que  el niño y el adolescente den algo a la sociedad que ellos no conocen ni practican.

Es recomendable continuar con otras investigaciones que se extiendan a las familias y por ende se desarrollen programas que propicien y promuevan la conducta prosocial, ya que nuestro país necesita empezar a actuar de manera pacífica, potencializando la empatía, la cooperación, la ayuda mutua como valores fundamentales dentro de la sociedad que permita tener un presente y un futuro mejor.

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1. Facultad de Psicología. Universidad Cooperativa de Colombia. Doctora en Psicología con orientación cognitiva aplicada. kethy.correa@campusucc.edu.co

2. Facultad de Humanidades y Educación. Corporación Universitaria del Caribe “CECAR”. Doctora en Psicología Clínica y de la Salud. kelly.romero@cecar.edu.co

3. Facultad de Psicología. Universidad Cooperativa de Colombia. Maestrante Desarrollo Integral de Niños y Adolescentes. johanarobles9@hotmail.com

4. Facultad de Psicología. Universidad Cooperativa de Colombia. Maestrante Desarrollo Integral de Niños y Adolescentes. mary_florez_04@hotmail.com


Revista ESPACIOS. ISSN 0798 1015
Vol. 40 (Nº 31) Año 2019

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