ISSN 0798 1015

logo

Vol. 41 (Nº 04) Año 2020. Pág. 25

Pedagogía de la muerte: propuesta de normalización en el sistema educativo español

Death Education: A Proposal for its Normalization in the Spanish Educational System

PEDRERO-GARCÍA, Encarnación 1

Recibido: 11/10/2019 • Aprobado: 26/01/2020 • Publicado: 13/02/2020


Contenido

1. Introducción

2. Metodología de investigación

3. Resultados

4. Conclusiones

Referencias bibliográficas


RESUMEN:

Mostramos una investigación realizada sobre la muerte desde una perspectiva multidisciplinar. Nos basamos en el análisis de contenido como método de investigación para aproximarnos a nuestro objeto de estudio teniendo en cuenta las diferentes ramas del saber que han afrontado el proceso de la muerte a través de múltiples aspectos: generales, médicos, psicológicos, filosóficos, éticos, sociales, religiosos y educativos sobre el fenómeno de la muerte. Los resultados de la investigación muestran un proyecto de educación para la finitud.
Palabras clave: muerte, saber morir, pedagogía de la muerte, programa de educación para la finitud

ABSTRACT:

This article presents research carried out from a multidisciplinary perspective. We used content analysis as a research method to approach our object of study, taking into account the different branches of knowledge that have addressed the process of death through multiple aspects of the phenomenon of death: general, medical, psychological, philosophical, ethical, social, religious and educational. In this way, we have delineated most branches of science encompassed by thanatology. The results of the study include an educational project for finitude.
Keywords: death, knowing how to die, death education, education program for finitude

PDF version

1. Introducción

Cuando se reflexiona en torno a la vida se descubre que la muerte es el único destino cierto que nos aguarda al nacer, lo único irrefutable que viene implícito con nuestro nacimiento y de lo que no podemos escapar. Todos los demás aspectos que forman parte de la vida, qué somos capaces de hacer, conseguir, tener, disfrutar o sufrir, son mera anécdota que rellena el espacio y tiempo que transcurre entre el principio y el fin, entre el alfa y omega de eso que llamamos "una vida" (Rodríguez, 2002).

Desde el mismo momento de nuestro nacimiento ya podemos morir, por lo que vida y muerte se configuran como dos caras inseparables de la misma moneda. Por ello podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que nada muestra tanto “talante igualitario” como la muerte. Sin embargo, la experiencia de la muerte representa una “presencia inquietante” en la vida humana y, a menudo, intentamos ignorarla, aunque todos sabemos que, tarde o temprano, tenemos que morir (Pedrero, 2012).

Es, quizás, el descubrimiento de esa irrefutabilidad lo que nos hace temerla tanto como para intentar ocultar su existencia, ignorarla o negarla, impulsados por un baldío intento de camuflar su amenazadora presencia, de disfrazarla bajo metáforas que no logran calmar el miedo por su llegada ni colmar el vacío que deja tras su paso (Castilla del Pino, 1995). De esta forma transformamos un hecho cotidiano, consustancial a la vida y la única certeza del ser humano, en un tema tabú. Su presencia nos provoca miedo, dolor y sufrimiento al no saber cómo tratarla, ni estar preparados para asumirla con naturalidad, ya que de acuerdo con nuestra cultura se la concibe como un fracaso: personal, biológico, médico, tecnológico. Pero morir no debería ser concebido jamás como un fracaso, sino como una necesidad para uno mismo y para los demás, como algo que inevitablemente ocurrirá y para lo que debemos estar preparados (Bayés, 2001).

La muerte es, en este sentido, la culminación del periplo vital, incluso cuando ésta sea breve. Porque, aunque sea un acontecimiento equitativo, para cada uno de nosotros es un hecho único al que nos enfrentamos con un bagaje, unas creencias, unos valores y actitudes diferentes. La actitud ante la vida y la muerte se influyen la una a la otra dentro de un círculo de interacciones (Gala León et al., 2002). Es decir, el proceso de morir, en cada persona, se alimenta de la percepción que ésta tenga de su propia vida previa.

Los seres humanos somos, ante todo, seres inscritos en un tiempo y en un espacio limitado, en una cultura, en una tradición simbólica. Todo lo que los hombres y las mujeres decimos o hacemos lo decimos y lo hacemos en el interior de una cultura (más o menos uniforme). La vida y la muerte de los seres humanos son, en ese sentido, una vida y una muerte culturales (Thomas, 1991). En otras palabras, lo natural (la muerte biológica) en el hombre es culturalmente interpretado.

La muerte, por tanto, es uno de los elementos constitutivos del fenómeno antropológico. Todas las culturas tienen una visión de la muerte que, a la postre, resulta decisiva para comprender su visión en la vida (Barley, 2000) . Así, pues, “vida” y “muerte” no son dos entidades contrapuestas, como suele entenderse, sino todo lo contrario: nuestra visión de la vida depende en gran medida de nuestra visión de la muerte y viceversa.

Por ello, creemos que la muerte no puede entenderse como un hecho, sino como un proceso. La experiencia de la muerte es algo que pertenece, desde el principio, a la naturaleza humana (García Martínez & Aura Armiñana, 2010). Tan pronto como nacemos empezamos a morir. Por esta razón, pretender ocultar este fenómeno supone ponernos de espaldas a nosotros mismos, a nuestro ser más íntimo, y esto es precisamente lo que ha hecho la pedagogía contemporánea: ignorar la muerte De la Herrán, González, Navarro, Bravo, & Freire (2001).

1.1. El olvido de la muerte

En nuestro mundo occidental asistimos casi impasibles a un olvido consciente de la muerte. La causa hay que buscarla en el creciente auge del espíritu tecnológico, que contempla la muerte como un “error del sistema”, en lugar de entenderla como una dimensión fundamental de la naturaleza humana. En nuestra sociedad occidental contemporánea se actúa como si la muerte no existiera, como si no se debiera morir, como si fuéramos inmortales. El terror y la angustia que experimentamos ante la muerte son un buen síntoma de que algo hay en nuestra cultura que nos separa de otras en las que morir se contempla como algo natural (Ariès, 1982).

Mientras que en numerosas culturas la muerte aparece como un acontecimiento social y cultural, que se vive en comunidad y en la que todos los integrantes del grupo social participan, incluso los niños, en nuestro mundo occidental se muere, a menudo, fuera del hogar, abandonados, en ocasiones, por la familia y rodeados de un ambiente profesionalizado y burocratizado (López Aranguren, 2001).

El moribundo es una molestia para una sociedad que tiene como valor reinante la eficiencia y eficacia. Morimos solos, abandonados, en el frío espacio de un hospital, rodeados de tubos y de máquinas. Dejamos de ser “alguien” para pasar a ser “algo”. Y, sobre todo, ‘es necesario` que nadie diga la verdad, aunque paradójicamente todo el mundo lo sepa. Al moribundo se le oculta la mayoría de las veces la gravedad de su estado, pensando que, de este modo, se le alivia el dolor: la muerte en el hospital es una “muerte programada”, tecnificada, fría, calculada. El interés general advierte de que la muerte debe ser ocultada a los ojos de los demás pacientes, moribundos o no (Thomas, 1991).

La muerte occidental se caracteriza por su desimbolización y desritualización, es decir por la pérdida de los símbolos y los rituales que la acompañaban. Todo ello hace que esté en crisis un elemento cultural de suma importancia: el rito mortuorio. Los vivos se quedan sin este punto de cohesión que equilibra su vida.

Como afirma Rodríguez (2002) actualmente, el hecho de la muerte se ha transformado en algo banal, absolutamente vacío de significado y de relevancia psicosocial. Se ha convertido en un suceso que tiene como origen una situación de violencia inusitada -guerras que se suceden diariamente en todo el mundo, violencia doméstica, accidentes de tráfico- convirtiéndose en algo ajeno a uno mismo, en una desgracia o fatalidad no merecidas. Así es como se nos muestra la idea de la muerte en los medios de comunicación, degradada e impulsada por el cambio social que ha provocado la sociedad de consumo.

Las consecuencias de ello son muy negativas para nuestra sociedad, ya que además del sentido desfigurado del hecho de morir, conducen a una actitud de indiferencia y frialdad ante la vida que incrementa la incomunicación, el fracaso, la violencia en todas sus formas, así como conductas adictivas, apatía e indiferencia social, insolidaridad, etc. No hay más que encender el televisor para presenciar agresiones, asesinatos o vandalismo gratuito, convirtiéndose en problemas que van en aumento en nuestra sociedad. En esto se han transformado nuestras sociedades industrializadas, sometidas al patrón urbano y consumista donde prima el absurdo comportamiento de rechazar de forma radical lo único que es consustancial a la vida, es decir, los hechos de envejecer y morir. Esta situación social debilita en gran medida la capacidad individual para saber afrontar el hecho de la muerte.

No podemos pretender seguir con la vida obviando el hecho de la muerte, manteniendo la ficción del "no pasa nada", participando en la farsa social de una cultura de consumo que sólo potencia el ver, admirar y desear aquello que es joven, saludable y exitoso, y que margina de una forma más o menos directa a quienes envejecen o se están muriendo.

El duelo es otro de los aspectos antropológicos de la muerte que ha sufrido  un importante retroceso. Hoy ya está pasado de moda, con lo que se desvanece una dimensión básica de la vida humana. El duelo social permitía una fase de readaptación no traumática. Los familiares y amigos del difunto, después de pasar por una primera fase de choque ante la pérdida de un ser querido y de una segunda fase de depresión, necesitan volver a integrarse en la cotidianidad de su mundo. El duelo desempeña aquí una función esencial (Bermejo, 2003).

La muerte, pues, ha sido negada. Negación de mitos, de simbología, de rituales mortuorios, de luto y de duelo, de emociones… y, en su lugar, burocracia, tecnología, soledad, silencio. La ciencia y la técnica fracasan ante la muerte. Nada pueden aportar. Pedagogas y pedagogos, psicólogos y psicólogas, maestras y educadores se encuentran, entonces, ante un reto: ¿Cómo tratar la muerte en la escuela y, más ampliamente, en la sociedad? ¿Cómo hablar de la muerte, especialmente a los más pequeños? Todos sabemos que éste no es un tema fácil, pero es una cuestión urgente y necesaria para completar nuestra percepción de la realidad. Y esta tarea que es básicamente educativa, y competencia, entre otros, de pedagogas/os y educadores/as, debería enseñarse para poder aprenderse.

2. Metodología de investigación

Englobamos el tema de la muerte dentro de la rama científica de la Tanatología, como disciplina integral que estudia el fenómeno de la muerte en los seres humanos desde diferentes ámbitos del saber. En este caso, hemos recurrido a utilizar la Investigación documental como procedimiento científico, el cual implica un proceso sistemático de indagación, recolección, organización, análisis e interpretación de información o datos en torno a un determinado tema (Alfonzo, 1994).

La metodología de análisis documental nos llevó a investigar sobre los diferentes aspectos de la muerte: médicos, psicológicos, filosóficos, éticos, sociales, religiosos y educativos. Por ello, los objetivos generales que nos planteamos son los siguientes:

  1. Aproximarnos a las diferentes ramas científicas que estudian el proceso de muerte: tanatología.
  2. Establecer la dimensión pedagógica del saber morir como estrategia educativa para mejorar la calidad de vida.

En primer lugar, realizamos una búsqueda temática por materias y signaturas dentro de las ciencias que consideramos que están más estrechamente relacionadas con el tema de la muerte, con el fin último de realizar una triangulación teórica, ya que consideramos necesario evitar aquello que se podría llamar etnocentrismo teórico. Es sabido que unos datos pueden ser contrastados a la luz de diferentes teorías. Por lo tanto, según González Río (1997), la Triangulación teórica postula una necesaria flexibilidad en la aproximación a la interpretación de los datos.

De esta forma, delimitamos las ramas científicas donde se estudia el tema de la muerte y posteriormente dentro de la variedad temática existente, definimos una serie de categorías temáticas a abordar en cada rama científica. En la tabla 1, aparecen reflejadas las ramas científicas seleccionadas, así como las temáticas y los aspectos tratados dentro de cada una de ellas.

Tabla 1
Temáticas a abordar en el análisis documental.

Ramas científicas seleccionadas

Categorías temáticas a abordar

Generalidades

Idea de la muerte, hecho de la muerte, miedo a la muerte, actitudes ante la muerte, muerte propia (orientaciones), muerte ajena (duelo).

Medicina

Envejecimiento y muerte como proceso (sentido biológico y psicosocial), la enfermedad terminal: etapas y miedos, el moribundo: evaluación del sufrimiento y aceptación de la muerte, muerte digna: unidades de cuidados paliativos, el acompañamiento: la familia del enfermo.

Psicología

Psicología del sufrimiento y de la muerte: perspectiva evolutiva del concepto de muerte. Duelo: los procesos de duelo: fases, etapas o tareas, tipos de duelo: complicado, no complicado y grupos de apoyo.

Sociología

El morir en la actualidad: causas y sentido de la muerte, el tabú de la muerte, los ritos y las vivencias de los sobrevivientes.

Religión

La muerte y los orígenes de la religión, el tratamiento de la muerte en las grandes religiones mayoritarias: judaísmo, cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo.

Filosofía

La teoría Heideggeriana de la muerte: el concepto de angustia, Viktor Frank y la pregunta por el sentido de la vida.

Ética

La Bioética y humanización de la medicina. Eutanasia y el derecho a morir con dignidad: pros y contras, atenciones básicas para una muerte diga, el testamento vital.

Pedagogía

Hacia una pedagogía de la muerte: evolución curricular más allá de la transversalidad y formación del profesorado.

Una vez formulado el tema-problema, recopilamos información de diversas fuentes. En esta fase hemos podido constatar que en todas las ramas científicas, excepto la pedagogía, tenemos muchísimo material para poder investigar. En ese punto, nos encontramos con el problema de seleccionar, delimitar, acotar,… para posteriormente leer, reflexionar, interpretar y poder elaborar una monografía donde se trataran aspectos clave. Las fases y tareas seguidas en este proceso de análisis documental han sido las siguientes:

Figura 1
Fases en el análisis documental.

Después de analizar cada una de las ramas científicas propuestas observamos una descompensación enorme a nivel de producción científica en el ámbito educativo de la muerte respecto de los demás, por ello consideramos que se hace necesario realizar un abordaje en profundidad de este tema.

3. Resultados

A raíz de realizar nuestra investigación, encontramos que existe un olvido de la dimensión educativa en la concepción y el afrontamiento de la muerte, que no supone otra cosa que promover la calidad de vida a través del aprecio y la estima por la vida y su conexión con la calidad de muerte (Pedrero García & Muñoz Díaz, 2008).

En saber morir hay una pedagogía. La institución educativa y la familia deben emprender esta tarea de incluirse en el tratamiento del sufrimiento, del dolor y de la muerte. El problema de educar para la muerte puede afrontarse rehaciendo el modo de celebrar y de vivir la muerte en esas fórmulas externas y sociales. Ésta sería una manera de transmitir un nuevo modo de vivir y enfocar la muerte; no disimulándola, sino humanizándola, desmitificándola y aprendiendo a convivir con ella (De la Herrán & Cortina, 2006).

En este sentido, participamos de la opinión de educar para la vida y la muerte a niños y niñas, adolescentes, adultos y mayores para que, partiendo del conocimiento personal, cultural y social, podamos todos no sólo vivir, sino también morir con dignidad (Pedrero, 2009).

Como es sabido, el ser humano está sometido a toda suerte de aprendizajes a lo largo de su existencia, y aprender a morir debería ser uno de ellos, ya que supone aprender a vivir intensamente. Quien aprende a morir es el que está vivo, y al hacerlo obtiene un beneficio. La consciencia de la muerte no supone necesariamente tener que asumirla como un factor negativo en todas las situaciones sino ampliar el horizonte de autonomía de las personas (Pedrero García & Leiva Olivencia, 2011).

Hay que aprender, pues, a relacionarse con la muerte y a aceptarla de forma vivencial. Aprender a convivir con la muerte en todos sus niveles, abordarla como tema educativo son labores que podrán ayudarnos a entender que quien no acepta y comprende la muerte, no ama verdaderamente la vida. Debemos ser capaces de redescubrir porqué hoy se nos enseña a negar la muerte, y se nos enseña que no es otra cosa que aniquilación y pérdida. Quizá por eso intentamos ignorarla, la escondemos, la nombramos sólo en contadas ocasiones, aplazando hablar de ella hasta encontrar momentos más propicios, en la absurda esperanza de que nunca llegue. Así, parece que vivimos en la ilusión de que la muerte no existe o que no tiene que ver con nosotros en este aquí y ahora en que nos encontramos. Eso quiere decir que la mayor parte del mundo vive, o bien negando la muerte o bien aterrorizado por ella. El mero hecho de hablar sobre la muerte es considerado socialmente morboso y, como muchas personas creen, que con el sólo hecho de mencionarla se corre el riesgo de atraerla. Lo que no significa que tales valoraciones sean absolutamente unánimes. Una vez más, la diversidad es la norma, si bien hay posiciones dominantes (Pedrero, 2012).

Por ello, queremos incidir en la necesidad de prepararnos y educarnos para este hecho ineludible que nos afecta a todos. Sabemos que actualmente no se educa en las escuelas, ni en los centros de formación del profesorado en este aspecto, al menos en España. Por ello, si queremos cambiar este hecho debemos empezar por educar a los futuros maestros, educadoras sociales, pedagogas, psicopedagogos, así como a todos los agentes socioeducativos y sociosanitarios implicados.

Creemos que la Educación para la Muerte, al igual que otros temas relacionados con la salud (drogas, sexualidad, alimentación, etc.…) debe ser abordada en los currícula de todos los ámbitos educativos desde la Educación infantil hasta las aulas universitarias. Como comentan, Poch & Herrero, (2003) , el reto educativo que planteamos parte de la premisa de que la persona no sólo descubre el sentido de su vida a través del placer, de la creación, del goce, de la felicidad, sino que también puede encontrar dicho sentido a través del sufrimiento y la muerte. Ya lo aseveraba Jaspers (1985) al considerar el sufrimiento y la muerte como las dos situaciones límite más duras por las que el ser humano tiene que pasar, sin posible escapatoria ni subterfugio, por lo que los podemos considerar aspectos claves a la hora de abordar la pedagogía de la muerte.

Otros profesionales desde diferentes ámbitos también han defendiendo la necesidad de una educación para la muerte: Elisabeth Kübler-Ross, Louis- Vincent Thomas, Sogyal Rimpoché, Octavi Fullat, Javier Gafo, Joan-Carles Mèlich...

Todos ellos, se preguntan: ¿por qué tenemos que educar para Eros y no tenemos que hacerlo para Tánatos? ¿Qué motivo hay para descuidar la pedagogía de la muerte?

Si uno de los objetivos básicos de la Educación para la Salud es precisamente la capacitación de los sujetos para ampliar los marcos de la calidad de vida, ello implica también la incorporación de lo que tiene que ver con la calidad de muerte. La paradoja reside en que, frente a la asunción educativa de un destino inevitable, lo que se proyecta socialmente es justamente lo contrario: la negación del evento, salvo, quizá, para quienes negocian con ella (Pedrero, 2012).

Sin embargo, la realidad de la muerte nos pone en una situación antropológica, cada vez más aguda: negar la muerte significa desentenderse de conseguir que tal proceso no se plasme en un aumento del sufrimiento por parte de los hombres y mujeres que tienen que pasar por él. Frente a ello, el aprendizaje de los sujetos y los profesionales se revela como una cuestión ineludible, como vienen afirmando De la Herrán y sus discípulos en múltiples de sus obras desde principios de siglo (De la Herrán, et al., 2001), (Herrán, 2007), (De la Herrán, 2008), (Rodríguez, De la Herrán & Izuzquiza, 2013),(Rodríguez & De la Herrán, 2015).

Todo en nuestra vida tiene que ver con la muerte, desde la misma expresión de "vida" todo remite a un fin. Y sin embargo, la humanidad ha jugado, desde casi sus albores, a exorcizar ese momento, bien sea mediante su negación, la búsqueda del elixir que la postergue indefinidamente (la "eterna" juventud), bien a situarla en un plano de continuidad, lo que significa un mal menor ante su inevitabilidad. Este último es el caso de la práctica totalidad de las teorías contenidas en mitos y religiones.

Como comenta García Martínez & Aura Armiñana (2010) esas mismas tendencias subyacen a las percepciones que se tienen en nuestras sociedades ante la muerte. Sin embargo, nada nos prepara para afrontarla como un fenómeno decisivo y que debe integrar nuestra propia percepción vital, y no sólo para mantener una relación definitoria con sus límites. No se trata, pues solamente de avanzar en la vida y establecer con la muerte una relación a través de jalones premonitorios (como los árboles de la muerte). De lo que se trata  es de construir las bases para que las personas puedan integrar la muerte como un aspecto positivo de sus vidas, no para negarla, sino para alcanzarla sin mengua de su calidad de vida.

Con todo, en nuestra sociedad, cada vez con mayor fuerza, se abre paso una tendencia a abordar la muerte como algo público que merece ser considerado bajo perspectivas vinculadas a la mejora de nuestra salud, facilitando la decisión autónoma de las personas, y en su caso, a establecer las bases para que morir no signifique una ampliación del sufrimiento humano. La educación, creemos, no puede sustraerse a investigar y, si es posible, a contribuir al establecimiento de vías que mejoren la calidad de vida y, a través suyo, la calidad de la muerte. El objetivo es, por tanto, crear bases que permitan afrontar la muerte como un derecho, respetando la dignidad humana, en todas sus variables y no como una sentencia (Pedrero, 2009).

3.1. Propuesta para normalizar la muerte: Programa de Educación para la finitud

En general, nos encontramos con que la temática de la muerte parece que no existiera y en absoluto fuera una temática vinculada al ámbito educativo (De la Herrán & Cortina, 2006). En este sentido, y como ya hemos apuntado, se habla de una pedagogía de la infinitud, en la que ni el fracaso, ni el sufrimiento, ni la muerte aparecen integrados en los proyectos educativos (Poch & Herrero, 2003) más allá de su conexión con la Educación para la Salud.

Por ello, queremos empezar a integrar el fracaso, el sufrimiento y la muerte en nuestros proyectos educativos y vamos a hacerlo introduciendo la pedagogía de la muerte como una temática más en el ámbito universitario. Si formamos a futuras educadoras, maestros, pedagogas, trabajadores sociales, psicólogos, médicas, enfermeros, etc. en la conciencia de que la muerte forma parte de la vida como una realidad inevitable de la que no se puede huir, y les damos herramientas para enfrentar el sufrimiento y los procesos de duelo, se verán preparados para no rechazar el tema y, quizá entonces, deje de ser considerado en poco tiempo un tabú. A su vez, esta visibilidad afectará también a sus usuarios, a los estudiantes, a la población en general con la que trabajen, y cada vez más personas podrán hablar y profundizar abiertamente en esta temática en todos los ámbitos sociales (Pedrero, 2012).

Nuestro propósito es ofrecer a los educadores y educadoras pautas de reflexión y herramientas concretas para poder tratar el tema de la muerte –y la vivencia que la acompaña- de un modo transparente y abierto, sin tabúes ni miedos; de este modo, podremos contribuir, también, a la idea de que los procesos producidos tras una pérdida y las emociones que se experimentan no sólo son normales, sino que tienen su razón de ser; de no hacerlo, les estaríamos privando de una dimensión educativa esencial (Poch, 2000).

Por ello, presentamos este programa para llamar la atención sobre la necesidad de introducir en el marco educativo la pedagogía de la vida y de la muerte. Los destinatarios de este programa sería el alumnado matriculado en las titulaciones de Ciencias sociales o educativas, sin que ello implique que no puedan ampliarse a otras titulaciones singularmente implicadas, como las ya mencionadas.

Los objetivos generales que pretendemos conseguir son:

Tabla 2
Objetivos del Programa de Educación para la Muerte.

a) Comprender la Educación para la Muerte como ámbito didáctico normalizable.

b) Favorecer un progresivo cambio conceptual en torno a la muerte, de cara a sus posibilidades curriculares y formativas.

c) Conocer un significativo repertorio de recursos y estrategias prácticas para desarrollarlas con niñas y niños, adolescentes, jóvenes y adultos desde una doble perspectiva, preventiva y paliativa.

d) Saber cómo acompañar educativamente en casos de pérdidas significativas.

e) Formar a los agentes educativos implicados en las diferentes etapas educativas para normalizar la Educación para la Muerte en entornos educativos formales, no formales e informales.

Los contenidos a tratar serían los siguientes:

Tabla 3
Contenidos del Programa
de Educación para la Muerte

a) La Educación para la Salud como materia específicamente vinculada a una pedagogía de la muerte.

b) La Tanatología como la rama científica que estudia la muerte y que contribuye fundamentalmente a la Pedagogía de la Muerte.

c) La muerte y el morir: conceptos básicos como morir y morirse, el morir de los demás y el morir propio, las actitudes ante la muerte; en definitiva, aspectos sociales, religiosos y culturales y sus efectos en la vida de las personas.

d) El proceso de muerte: la distinción entre la buena/mala muerte o muerte sin calidad de vida y sus implicaciones con diferentes aspectos médico-sanitarios.

e) Cultura de la muerte y sus aspectos éticos: la guerra, la pena de muerte, el aborto, la eutanasia, el suicidio, etc. 

f) Perspectivas socioeducativas para afrontar las diversas situaciones que el fenómeno de la muerte provoca: preventiva y paliativa.

g) La muerte y el duelo como ámbito formativo: actitudes y estrategias de afrontamiento frente a la muerte.

h) La inclusión de la Educación para la Muerte en el currículo, más allá de la transversalidad.

i) Propuestas metodológicas más adecuadas para tratar la muerte en diferentes edades.

j) Recursos didácticos de Educación para la Muerte para Educación Infantil, Primaria y Secundaria.

k) Intervención didáctica para ayudar a superar el duelo del niño y el adolescente: estudio de casos de acompañamiento educativo.

Además consideramos necesario empezar a dotar de herramientas metodológicas y didácticas a los educadores para trabajar este tema con niños, adolescentes, jóvenes, adultos o mayores. A continuación exponemos una serie de actividades y propuestas metodológicas. Son algunas experiencias llevadas a la práctica o caminos emprendidos y contrastados en diferentes contextos educativos por De la Herrán y Cortina (2006), Poch (2000), Poch y Herrero (2003) y por otros profesionales con los que se ha colaborado. Dado su amplio espectro y variedad, se pueden clasificar de acuerdo con la siguiente estructura: 

Figura 2
Clasificación de actividades
según destinatarios

Algunos de los tipos de actividades destinadas a equipos y/o agentes educativos pueden verse en la siguiente figura:

Figura 3
Actividades sobre Educación para la Muerte

En cuanto a actividades destinadas al aprendizaje y educación del alumnado nos encontramos con varios tipos de actividades en función de diferentes criterios (no excluyentes entre sí): niveles o etapas educativas, disciplinar y/o metodológico.

Figura 4
Actividades por etapas educativas

Fuente: Elaboración propia.

En este programa que exponemos, los destinatarios son estudiantes universitarios, por lo que podemos combinar sin miedo actividades específicas para educadores y para estudiantes, en función de los objetivos que nos propongamos conseguir en cada momento.

Básicamente, con nuestro alumnado universitario y en función de la experiencia obtenida, observamos que a través de exposiciones, diálogos, análisis de situaciones y documentos, actividades prácticas de grupo y otros tipos de intercambio de experiencias, podemos desarrollar una metodología activa y participativa que conlleve una reflexión y un análisis crítico de la muerte propia y ajena, así como de su vinculación sociocultural.

4. Conclusiones

De nuestra investigación se desprende que la muerte es todavía un tema tabú en nuestra cultura. Este hecho evidencia aún más la necesidad de revisar nuestra relación con la muerte y con los moribundos. Según García Martínez  et al. (2009), las creencias fundamentales de la humanidad están relacionadas con la vida, el sufrimiento y la muerte y tienen su origen en las explicaciones dadas por las distintas sociedades al origen del hombre, a la finalidad de la vida, al significado de la muerte y a la existencia de otra vida después de esta.

Por ello, abogamos por entender la muerte como una parte del proceso natural de crecimiento y prepararnos para aceptar la muerte, tanto la propia como la de los demás, con la dignidad que a todos nos gustaría. Para ello, la propuesta que realizamos supone la integración de las prácticas pedagógica, psicológica, antropológica y cultural, médica, asistencial y espiritual dentro de un marco teórico claro y preciso. A su vez, este marco debe englobar la mayoría de los aspectos relacionados con la muerte. La reflexión profunda y el análisis detallado de las diferentes perspectivas aportarán la información necesaria para que cualquier persona interesada pueda comprobar que, como decía Montaigne, "La muerte es más fácil para quienes se han ocupado de ella durante la vida".

Referencias bibliográficas

Alfonzo, Ilis (1994). Técnicas de investigación bibliográfica, Caracas: Contexto Editores.

Ariès, Philippe (1982). La muerte en occidente, Barcelona: Argos Vergara.

Barley, Nigel (2000). Bailando sobre la tumba: encuentros con la muerte, Barcelona: Anagrama.

Bayés, Ramón (2001). Psicología del sufrimiento y de la muerte, Barcelona: Martínez Roca.

Bermejo, José Carlos (2003). La muerte enseña a vivir. Vivir sanamente el duelo. Madrid: San Pablo.

Castilla del pino, Carlos (1995). Celos, locura y muerte, Madrid: Temas de hoy.

De la herrán, Agustín; gonzález, Isabel; navarro, María Jesús; Bravo, Soraya & freire, Vanesa (2001). "La Muerte: ¿Tabú o Imperativo?" Aula de Innovación Educativa, Barcelona, n. 106, p. 62–64.

De la Herrán, Agustín; Cortina, Mar (2006). La muerte y su didáctica: Manual para Educación Infantil, Primaria y Secundaria. Madrid: Universitas.

De la Herrán, Agustín; Cortina, Mar (2007). "Fundamentos para una Pedagogía de la Muerte". Revista Iberoamericana de Educación, Madrid/Buenos Aires, n. 41(2), p. 1-12, mayo-agosto.

De la Herrán, Agustín; Cortina, Mar (2008). "La práctica del acompañamiento educativo desde la tutoría en situaciones de duelo". Tendencias Pedagógicas, Madrid, n. 13, p. 157–174.

Gala León, Francisco José et al (2002). "Actitudes psicológicas ante la muerte y el duelo: Una revisión conceptual". Cuadernos de Medicina Forense, Málaga, v. 8, n. 30, p. 39–50.

García Martínez, José Alfonso et al (2009). Educación y promoción de la Salud. Una mirada contextual, Murcia: Diego Marín.

García Martínez, josé Alfonso; Aura, María del Carmen (2010). La gran carencia: muerte, eutanasia y educación, Murcia: D.M.

González Río, María José (1997). Metodología de la investigación social. Técnicas de recolección de datos, Alicante: Aguaclara.

Jaspers, Karl (1985). Introducción a la filosofía, Barcelona: Círculo de Lectores.

LÓPEZ ARANGUREN, José Luis (2001). Acerca de la muerte, Barcelona: Biblioteca Agrupació.

Pedrero García, Encarnación (2009). Educación para la salud y pedagogía de la muerte: tándem para mejorar la calidad de vida, Sevilla: D.L.

Pedrero García, Encarnación (2012). Educación para la Salud y Pedagogía de la Muerte. Tesis Doctoral (Inédita), Sevilla: Universidad Pablo de Olavide.

Pedrero García, Encarnación, Leiva Olivencia, Juan José (2001). La muerte: tema radical y perenne en la educación. Hacia una (r) evolución educativa en Actas del XII Congreso Internacional de Teoría de la Educación, Barcelona: Universitat de Barcelona, p. 1–13.

Pedrero García, Encarnación; Muñoz Díaz, María Del Carmen (2008). La educación para la muerte como un reto emergente en la educación del siglo XXI: más allá de la educación para la salud. In López, F. (Ed.), Educación como respuesta a la diversidad: Una perspectiva comparada, Sevilla: SEEC, Universidad Pablo de Olavide, 2008,  p. 130–131.

Poch, Concepción (2000). De la Vida y de la Muerte: reflexiones y propuestas para educadores y padres, Barcelona: Claret.

Poch, Concepción; Herrero, Olga (2003). La muerte y el duelo en el contexto educativo. reflexiones, testimonios y actividades, Barcelona: Paidós.

Rodríguez Herrero, Pablo; De La Herrán, Agustín (2015). "Pedagogía de la muerte mediante aprendizaje servicio", Educación XXI, Madrid, v. 18, n.1, p. 189–212.

Rodríguez Herrero, Pablo; De La Herrán, Agustín; Izuzquiza, Dolores (2013). "Y si me muero...¿Dónde está mi futuro? Hacia una educación para la muerte en personas con discapacidad intelectual", Educación XX1, Madrid, v.16, n1, p. 329–350.

Rodríguez, Paco (2002). Morir es nada, Barcelona: Ediciones B.

Thomas, Louis Vincent (1991). La muerte: una lectura cultural, Barcelona: Paidós.


1. Profesora Contrata Doctora. Departamento de Educación y Psicología Social. Universidad Pablo de Olavide. epedgar@upo.es


Revista ESPACIOS. ISSN 0798 1015
Vol. 41 (Nº 04) Año 2020

[Índice]

[En caso de encontrar algún error en este website favor enviar email a webmaster]

revistaespacios.com

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional