Espacios. Vol. 3 (1) 1982.

Editorial

A
fines del presente año, 1981, culmina la etapa de formulación del II Plan de Ciencia y Tecnología. Es necesario este esfuerzo de racionalización y programación de las actividades del sector para los años venideros. La aplicación de las técnicas de planificación al teatro de la investigación científica y tecnológica es un reto siempre exigente. Un plan estructurado puede convertirse en una poderosa arma para ayudar al desarrollo del Sector, a la compatibilización de metas, a la armonización de objetivos y aprovechamiento óptimo de los recursos.

Nos parece que resulta altamente saludable realizar una discusión abierta del proyecto del Plan, tal como se pretendió hacer con el VI Plan, a objeto de incorporarle los correctivos y aportes de los sectores interesados que están realmente en capacidad de contribuir con su concepción y ejecución, y para dotarlo de la “viabilidad” política e institucional que todo Plan social (y el de Ciencia y Tecnología no es para nada, una excepción) debe tener, para no ser un documento postizo, un nuevo ejercicio intelectual más o menos meritorio, pero sin consecuencias. El Conocimiento de la estructura y resultados del I Plan es de gran utilidad para la formulación, coordinación y control de este II Plan. Se ha manifestado la intención de no repetir las ligerezas y fantasías de ese primer ensayo planificador.

El protagonista directo más importante e influyente de este proceso de planificación, es el planificador mismo, pero es la comunidad científica venezolana, a través de sus personalidades y agrupaciones e instituciones más destacadas uno de los actores principales. No son los científicos los encargados de elaborar los planes por elemental distribución y especialización del trabajo, no obstante ellos tienen mucho que decir y aportar.

El nuevo Plan debe estar en situación de aprovechar las iniciativas del I Congreso de Ciencia y Tecnología que aún siendo dignas de tomar en cuenta y factibles de cumplir, por una u otra razón se quedaron en el papel. Estas ideas deben ser rescatadas y reactualizadas.

El Plan debe tener la audacia suficiente para presentar alternativas a mediano plazo para la crónica insuficiencia financiera del Sector Ciencia y Tecnología, siempre preterido a la hora de las distribuciones presupuestarias, y así mismo, de convertir el financiamiento en una poderosa palanca para la orientación y coordinación del sentido y aceleración del movimiento científico tecnológico nacional.

El II Plan debe inaugurar un período de la definitiva superación de lo que se ha dado en llamar la marginalidad de la ciencia y la investigación en Venezuela, en su doble condición del no aprovechamiento de sus resultados aplicables y de su desconexión con las necesidades de la industria y la sociedad en general. Los pasos certeros aunque excepcionales adelantados por individualidades e instituciones en contra de ese marginamiento, son antecedentes ejemplificantes.

La máxima de “sembrar el petróleo” es una parábola especialmente válida en el campo de la Ciencia Nacional y que dá pié para que el Sector reclame los recursos y la representación a que tiene derecho en un país con excepcionales recursos y un amplio excedente económico invertible en áreas reproductivas a diverso plazo, como la propia actividad de Investigación y Desarrollo.

Un campo en el que un II Plan debe tener pertinencia es el del control de la tecnología importada, dando carta de ciudadanía dentro del plan a los mecanismos de evaluación de tecnología propuestos por la JUNAC del Pacto Andino. Dentro de este orden de ideas, debe extender el ámbito del plan hasta la política de Bienes de Capital e incorporar al mismo las potencialidades de estímulo a este sector y de las Instituciones creadas para racionalizar su crecimiento.

Una de las ventajas a favor del Plan es una clarificación estratégica respecto a la verdadera presencia de las variables científico tecnológicas, calibrada en su justa medida y no con la exagerada omnipresencia que se le trataba de imprimir el Plan anterior. Así mismo, un tratamiento apropiado del concepto de “prioridades de planificación” concentrada en un reducido número de áreas y temas, es favorable a la viabilidad y cumplimiento de las metas del plan, para lo cual cuenta con la invalorable experiencia de las áreas prioritarias que se generaron del proceso de consulta del I Plan.

De tener un feliz desenlace, este se convertiría de un Plan modelo para el Sector en América Latina, donde existen pocos (muy pocos) antecedentes exitosos en la materia. El desenfado con que es visto el proceso de planificación en C y T por los detractores del I Plan, no ha sido obstáculo para que el actual goce de todo el respaldo Institucional que pueda dársele, aunque hasta ahora su elaboración se ubica en una fase callada y subterránea que pronto saldrá a la consulta y al diálogo. Al menos eso le deseamos.

El Comité Editor


Vol. 3 (1) 1982
[Indice]