Espacios. Vol. 13 (1) 1992

El papel de la ciencia en la innovación tecnológica

The role of science in technological innovations

Horacio Viana y María A. Cervilla


El aporte de Schumpeter

Schumpeter fue quizás el economista que –durante la primera mitad del presente siglo- más aportó para la comprensión de la innovación industrial y su importancia en la dinámica del crecimiento económico. A los ojos de Schumpeter, la actividad innovativa es la fuerza más importante del crecimiento capitalista. El crecimiento es visto como el resultado de las variaciones de la actividad promotora en la actividad de innovación; para él la competencia de “nuevos productos” y “nuevos procesos” importa mucho más que la competencia de precios.

Un concepto central en su pensamiento es el del “empresario promotor”. El “espíritu promotor” es una cualidad capaz de imaginar y vislumbrar posibilidades para la innovación, movilizar los recursos necesarios y velar por el desarrollo exitoso de los mismos. Las innovaciones, según Schumpeter, eran nuevas combinaciones de los recursos productivos. Estas tomarían cinco formas principales: a.- la introducción de un nuevo producto o de una nueva calidad de un producto ya existente; b.- la introducción de un nuevo proceso de producción; c.- la apertura de un nuevo mercado; d.- el desarrollo de una nueva fuente de insumo, y e.- los cambios en la organización industrial.

Según Schumpeter, un empresario promotor está motivado a asumir el riesgo de introducir una nueva idea en el mercado, debido a los beneficios extraordinarios que espera recibir en el futuro, dada la posición monopólica que logrará por ser el primer entrante en el mercado. Este es el planteamiento fundamental en su “Teoría del Desarrollo Económico” (Schumpeter, 1930), donde se ve a la actividad de investigación científica e inventiva como algo exógeno a la actividad de la empresa.

Posteriormente, en su libro “Capitalismo, Socialismo y Democracia”, Schumpeter (1942) pone el énfasis de la introducción de nuevas ideas al mercado NO en las expectativas de ganancias FUTURAS por parte del empresario promotor, SINO en las ventajas monopolísticas PRESENTES de la que ya el disfruta. Según Freeman ET AL (1982), la diferencia principal entre esta obra y la anterior es la INCORPORACIÓN DE LAS ACTIVIDADES DE INVESTIGACIÓN Y DE INVENCIÓN COMO ALGO ENDÓGENO A LAS GRANDES EMPRESAS. A pesar de que para la época no existían estadísticas sistemáticas al respecto, Schumpeter estaba muy consciente del creciente auge de las actividades de I & D DENTRO de las grandes empresas. ASÍ, RECONOCE LA CRECIENTE INSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS ACTIVIDADES DE I & d, la cual se retroalimenta de la actividad científica y tecnológica desarrollada fuera de la empresa, es decir, “exógena” a ella.

Si bien es cierto que la ciencia como tal se mantiene exógena a la empresa en el modelo de Schumpeter, sus afirmaciones permiten al menos plantearse a través de cuales mecanismos la investigación científica exógena pudiera entrar a desempeñar un papel importante en la generación interna de innovaciones. Las investigaciones recientes no solo apoyan sus planteamientos acerca de la institucionalización o endogenización de la investigación, a través de la observación de una serie de innovaciones que han sido generadas por las actividades de I & D dentro de las empresas, sino que se ha observado un incremento en la inversión en ciencia por parte de estas, a pesar de que ello tiene un alto nivel de incertidumbre y los resultados se obtienen a largo plazo. Rosenberg (1990) señala que contar con una capacidad de investigación en ciencia es esencial para tomar decisiones estratégicas sobre las futuras líneas de productos de la firma y acerca de los tipos de tecnología de procesos que deberían ser adoptados. En un sentido más general, la capacidad de llevar a cabo investigación básica es indispensable para monitorear y evaluar la investigación aplicada que se realice dentro de la empresa.

En las ideas seminales de Schumpeter, está el germen de una discusión importante relacionada con el origen de la innovación (3). Al respecto, han sido cruciales tres temas: 1) el papel de la oferta del conocimiento científico y tecnológico en el proceso de innovación; 2) la relación entre el mercado y la generación de innovaciones, y 3) la relación entre el tamaño de las empresas y su propensión y efectividad para innovar.

En términos del presente artículo, los dos primeros aspecto mencionados son de particular relevancia, ya que en ellos se reflejan dos interpretaciones extremas del modelo del proceso de innovación.

Dos modelos del proceso de innovación: Science push" vs "Demand pull"

Para modelar el proceso de innovación, se han planteado dos interpretaciones extremas: el “Modelo lineal de innovación” o “Science Push”, con su énfasis en la oferta del conocimiento científico, y el modelo “Demand Pull” centrado en la demanda del mercado.

En los intentos de modelaje de la innovación ha habido un conjunto de estudios que han tratado de validar uno u otro de los modelos planteados. Por su parte, el modelo lineal o “Science Push” supone que la “investigación básica” conduce a la “invención” y luego a la “innovación” (es decir a la primera comercialización) y más tarde a la “difusión” entre el universo de usuarios potenciales. En este modelo se asume que las invenciones –medidas a través de las actividades de patentamiento- son un producto intermedio de las actividades de I & D, y que la naturaleza de una innovación permanece igual a lo largo del proceso de difusión.

Si bien es cierto que el “modelo lineal de la innovación” ha tenido un fuerte asidero en sectores muy relacionados con la ciencia, en los cuales la investigación básica ha hecho posible innovaciones radicales, una serie de trabajos, con una visión más amplia en relación con la actividad de innovación, han demostrado otros importantes aportes de la ciencia a la tecnología. Un primer trabajo que marca un hito en este tema apunta a uno de los principales resultados en relación con algunas de las preguntas planteadas al comienzo de este ensayo; es el de Gibbons y Johnston (1974), en el cual se demuestra que EL MAYOR PAPEL QUE HA JUGADO LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN MUCHOS SECTORES HA SIDO LA DE PROVEER ENTRENAMIENTO AL PERSONAL TÉCNICO, Y REPRESENTAR UNA DE LAS FUENTES DE INFORMACIÓN PARA LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS EN PRODUCCIÓN.

Una línea importante de pensamiento, dentro de lo que se ha llamado la ortodoxia neo-clásica, argumenta que las invenciones e innovaciones son generadas por la demanda del mercado, es decir, de los clientes. La persona que usualmente se lleva el crédito por el desarrollo sistemático de la teoría de la innovación en base a la demanda, es Schmookler (1966). Su objetivo fue tratar de demostrar –usando datos sobre patentes e inversiones para un número de sectores industriales- que las variaciones en la demanda de los consumidores, reflejadas en las tasas de inversión, cambiaron sistemáticamente con las variaciones subsiguientes en la actividad del patentamiento. En otras palabras, la actividad inventiva estaba sujeta al comportamiento de las inversiones y, por lo tanto, a las fuerzas del mercado. Este modelo es conocido como “Demand Pull”.

El modelo “Demand Pull” asume que la tasa y dirección del cambio tecnológico son sub-productos de actividades económicas; en particular, se supone que las inversiones en plantas y equipos son el medio a través del cual las invenciones son comercializadas; dichas inversiones son consideradas el mecanismo de inducción de la actividad innovativa en la fabricación de los bienes de capital relacionados. Aunque los factores de demanda juegan un papel importante en la producción de innovaciones, estas no son igualmente disponibles, a un costo equivalente, para todas las industrias. Mientras la inversión es un factor determinante detrás de la inducción y comercialización de innovaciones en muchas industrias de procesos, como por ejemplo, la industria de fabricación de acero, su papel es muchísimo menos importante en el éxito de innovaciones de productos en sectores como la industria farmacéutica, donde la “oferta” del conocimiento científico juega un papel preponderante y depende del estado de desarrollo de una variedad de sub-disciplinas científicas.

Un ejemplo, citado en Rosenberg (1982), resulta particularmente ilustrativo como soporte a la argumentación arriba mencionada: nadie puede negar que para el año 1800 había un demanda muy grande por antibióticos, sin embargo, es poco probable –debido al nivel de desarrollo de las ciencias biológicas para esa época- que cualquier cantidad de dinero dedicada a la actividad inventiva hubiera sido capaz de producir el amplio espectro de antibióticos modernos.

A comienzos de la década de los setenta, diversos trabajos comienzan a demostrar la simplicidad de estos primeros intentos por modelar el proceso innnovativo (Jevons 1973, Langrish et al 1972). Los dos modelos presentados son versiones extremas de la realidad, complejidad y diversidad del proceso innovativo (4). Entre sus principales limitaciones pueden mencionarse las siguientes:

En relación con la discusión de las influencias de la oferta –“Science Push”- y la demanda –“Demand Pull”- en el proceso de innovación industrial, es digna de mención la investigación de Walsh et al (1984) sobre la industria química y sus subsectores. Este autor encontró que el análisis histórico de los sectores era una precondición para resolver el problema analítico más general de las relaciones entre la ciencia y la demanda. Durante las primeras fases del desarrollo de las principales ramas de la industria química se encontró que, en la mayoría de los casos, el proceso innovativo obedecía a un patrón “Science Push” o, en otras palabras, schumpeteriano, mientras que, durante las etapas subsecuentes de desarrollo de los subsectores se encontró que la actividad de progreso tecnológico obedecía a un balance caracterizado tanto por factores de oferta como de demanda (Coombs et al. 1987, Freeman 1982).

No obstante, muchos analistas recientes –reconociendo el simplismo del modelo lineal- afirman que el siglo XX ha estado caracterizado por un sector profesional de I & D dentro de la industria, cuya función ha sido buscar y articular innovaciones a través de la investigación científica organizada. Mucha de la producción industrial moderna es vista como el resultado de la búsqueda, verificación y procesamiento de la información científica y de su subsecuente articulación en las formas de ingeniería. Freeman (1974) argumenta que en muchas áreas de producción, particularmente aquellas que han experimentado un rápido crecimiento industrial, es el estrecho vínculo con una base científica el que realmente provee el impulso para el cambio tecnológico. Asimismo, aunque no está clara la naturaleza de la relación entre la investigación realizada en las universidades y los institutos de investigación públicos (subsidiados por el Estado) y los desarrollos tecnológicos de la empresas, existe un acuerdo en relación con el hecho de que la realización de I & D dentro de la empresa es un filtro necesario para el uso efectivo de los insumos de la I & D llevada a cabo fuera de la empresa.

Entre los últimos intentos más interesantes de modelar el proceso innovativo, superando la dicotomía extrema de los dos modelos aquí presentados, está la llamada “TEORÍA EVOLUCIONARIA” del comportamiento de la empresa y del cambio tecnológico desarrollada por Nelson y Winter (1977, 1982).

De acuerdo con esta teoría, y siguiendo la tradición schumpeteriana, las empresas son vistas como “buscadoras de ganancias” en lugar de “maximizadoras de ganancias”. La incertidumbre es incluida como un elemento esencial de la actividad innovativa. En casi todas las tecnologías existe un conocimiento que tiene un alto componente “TÁCITO”, es decir, tiene un nivel bajo de “CODIFICACIÓN”, asimismo, señalan el hecho de que una empresa no pueda articular explícitamente cómo hace lo que hace, lo cual supone que las tecnologías son difíciles de imitar. El cambio económico toma lugar de una manera evolucionaria, donde las empresas están en constante competencia dentro de un medio ambiente inestable.

Según estos autores, las empresas son organismos que operan constantemente bajo amenazas, tratando de perpetuar su existencia. Sus “genes” son las “rutinas institucionales” que definen la manera como se comportan y responden a la luz de la incertidumbre y condiciones cambiantes del entorno. En este sentido, el cambio tecnológico está programado dentro del comportamiento orgánico de la empresa; en cualquier momento y con respecto a cualquier industria, las empresas operan sobre “trayectorias tecnológicas naturales”, las cuales están, de manera parcial, históricamente determinadas y definen el futuro comportamiento productivo y de las actividades de I & D. Aunque la “trayectoria” es común a la industria, cada empresa tiene su propio margen de maniobra (y ventaja competitiva) determinada por su experiencia, destreza técnica, patentes, reputación, relación con proveedores especialistas, etc.; es aquí donde tiene lugar el juego competitivo. Aunque pudiera ser interesante ampliar la discusión acerca de esta teoría, el análisis de la evolución de esta línea de pensamiento sería tema de otro ensayo.

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