Espacios. Vol. 18 (3) 1997

Globalidad y universalidad

Globalization and universality

Maritza Neris*, Evelyn Lobo** y Mercedes Anato***


RESUMEN

El presente trabajo intenta realizar un análisis de la globalidad desde la óptica integracionista y la conformación de megaeconomias en el mundo. Presenta la disyuntiva entre la figura del Estado Céntrico ante la fragmentación creada por los diferentes niveles de desarrollo de sociedades con estructuras muy distintas; trascendiendo los niveles exclusivamente teóricos o doctrinarios hacia realidades económicas, políticas, sociales, tecnológicas y culturales sin intervenir en los contenidos fundamentales de la soberanía.

ABSTRACT

This paper tries to analyze globality from an integral perspective and the conformation of megaeconomies in the world. It is also presented the distinction between the Centric State figure and the created fragmentation of the different development levels of societies with very diverse structures; transcending exclusively theoretical or doctrinal levels towards economical, political, social, technological and cultural realities without intervening the fundamental contents of sovereignty.

Contenido


Introducción

El término globalización en la sociedad actual, absorbida por los intereses y las necesidades de carácter económico, se ha convertido en vocablo común a los distintos niveles de actividad y en los más distantes lugares de la geografía mundial.

La experiencia de la globalización comprende procesos de creciente interacción e interdependencia -que incluyen la ampliación del espacio geográfico y de los ámbitos de acción que se generan en las distintas unidades del sistema global adquiriendo dimensión multidimensional, abarcando, entre otros, las actividades y sus efectos, de países, regiones, empresas transnacionales, organismos internacionales, organizaciones publicas y privadas, grupos y movimientos sociales (Moneta, 1993)

El sistema global se mueve entre las relaciones de los Estados céntricos como unidades principales y sus interacciones, con territorialidad soberana donde los ciudadanos tienen derechos y deberes circunscritos a una geografía limitada y el sistema multicéntrico constituido por actores subnacionales y transnacionales no gubernamentales con objetivos, autonomía y medios de acción propios.

El presente trabajo intenta realizar un análisis de la globalidad desde la óptica histórica, económica, financiera, política y cultural, en la disyuntiva del sistema Estado-céntrico, con el aval del avance de la tecnología y la ampliación del mercado, en contraposición, a la creciente fragmentación del mapa dinámico de los diferentes niveles de desarrollo del contexto mundial, dado por sociedades de condiciones socioeconómicas estructurales muy distintas donde la globalización encuentra importantes limitaciones; ya que sólo el 40% de las personas y el 60% de los países forman parte del proceso globalizador de intercambio de bienes y servicios.

A raíz de los cambios ocurridos después de la Segunda Guerra Mundial, hasta finales de la década de los ochenta y principios de los noventa el rumbo de la economía mundial refleja una situación de pendularidad entre las corrientes globalizadoras y la fragmentación, teorías que desarrolla el modelo de Carlos Juan Moneta, el cual ha sido tomado como base de nuestra investigación; permitiendo la oportunidad de cuestionar el tejido ideológico de las contradicciones experimentadas por distintos grupos humanos en diferentes estándares de crecimiento económico, tradiciones, culturas y costumbres. Este modelo globalizador está demostrando que si bien el mismo es reproducible no es generalizable ya que pueden acceder a él cierto número de países en desarrollo pero ni siquiera todos ellos.

La Globalidad desde la Modernidad

La tendencia del hombre a unificar propósitos y formar un mundo enlazado y cohesionado ha estado siempre presente en la historia. La diferencia de procedimientos para lograr esos fines ha sido variable en el tiempo.

En los inicios de la humanidad la fuerza y el dominio, luego la unidad idealista y doctrinaria; en la actualidad la globalidad económica, pactos regionales, el comercio mundial. El mundo solo ha variado en su manera de hacer las cosas. Con la permanente creencia de haber alcanzado situaciones límites que fijan para siempre la legitimidad de un modelo; hoy como en el Gran Imperio de Alejandro Magno se presenta un modelo de crecimiento económico sostenido durante amplios períodos con respectivas decadencias que se repitieron al transcurrir del tiempo, la idea universal en contraposición al regionalismo de lo que se llamó la ciudad antigua, estuvo presente y actuante en la economía y en la política del mundo languideciendo o brillando alternativamente durante los miles de años que llamamos antigüedad. (Silva Otero, 1975).

En sus inicios la sociedad tradicional no absorbía de manera regular el flujo de tecnología, sin ser estática no contaba con ciencia ni invenciones ello permitía cierta expansión, pero el corto límite tecnológico hacía reiniciar el recorrido como respuesta de la crisis. Es sin embargo Inglaterra al momento de la Revolución Industrial (fines del S. XVIII), que sin ser la única nación que logró estos avances, fue la primera en lograr la industrialización basada en la asimilación de nueva tecnología.

En el siglo XVIII, "cúspide del saber" período de transición entre la Edad Moderna y la Contemporánea, los pensadores se revelan contra el Mercantilismo y el Absolutismo. De tal manera en 1776 Adam Smith publica su libro La Riqueza de las Naciones, obra que presentaría las bases del liberalismo económico y en el mismo año los Estados Unidos declara su Independencia "la identidad nacional Norteamérica estaba consustancìada con el liberalismo económico" (Toro Hardy, 1993), sin embargo como consecuencia de sus enfrentamientos internos, solo después de 1865 Estados Unidos inicia su verdadera expansión, hasta el crack de Wall Street en 1929, cuando el liberalismo ya no era operante.

De mediados del siglo XIX a principios del XX los países capitalistas de Europa veían reducir el rendimiento de sus inversiones por lo que requerían reinvertir los beneficios de la continúa acumulación de capital en actividades productivas; para lo cual resultaba más rentable lugares diferentes al propio territorio. Con este fin, los capitalistas buscaron en otras partes del mundo la localización de economías con abundancia de materias primas y mano de obra barata, con una claridad que indicaba que si el esquema geográfico definido como target para su inversión no contaba con un clima político favorable, resultaba viable anexionar el territorio como colonia imponiendo las condiciones deseadas. (Fieldhouse, 1973).

El mundo se encontraba nuevamente dominado por imperios coloniales. La explicación económica del imperialismo de Estados Unidos queda reseñada en el comentario de Snyder al derecho de la nación a mercados libres, como lo hacían los capitalistas europeos para la época: " ...desde el punto de vista económico del problema sólo hay una opción: entrar por algún medio en la competencia empleando capitales y empresas norteamericanas, o continuar la inútil duplicación de los medios de producción y comunicación existentes, con el exceso de productos sin consumir, las convulsiones que siguen a la paralización del comercio, y la descendente retribución de las inversiones que esta política invocará.' (Snyder, 1962). El afán de las potencias imperialista por asimilar nuevos territorios trajo como consecuencia la Primera Guerra Mundial (1), quedando destruidas las economías europeas y dando paso al surgimiento de la URSS como primer país socialista del mundo. En el siglo XIX, el Marxismo, intentó unificar ideológicamente el mundo a través de la internacionalización de su doctrina. Hecho que dio paso junto al deseo de debilitar la economía alemana, que por su crecimiento económico implicaba un peligro a los intereses capitalistas norteamericanos, ingleses y franceses, al conflicto que desencadenó en la Segunda Guerra Mundial (2), con consecuencias que generaron ondas expansivas hacia el mundo entero.

En ese momento, el reacomodo geo-ideológico, el nacimiento del neoliberalismo y las cifras económicas de los Estados Unidos, su riqueza, poder e intereses le hacía traspasar las fronteras, eran los dueños de la economía mundial contaban con casi la mitad del PNB de las economías de mercado, su productividad y renta per capita dejaba muy atrás los índices de cualquiera de los otros países importantes. A partir de 1945, Estados Unidos volcó su interés a la reconstrucción de Europa Occidental y Japón; la apertura comercial atraía los mercados europeos, cuya reactivación dependía en gran parte de la entrada de sus productos en territorio americano. La aplicación del Plan Marshall de restauración señalaba que "si se conseguía que los países se enriquecieran serían democráticos". (Toro Hardy, 1993).

En el mismo período, hacia América Latina el discurso norteamericano signaba la apertura comercial, inversión extranjera, fomento del desarrollo, concentración en las actividades que significaran ventajas comparativas. Sin embargo la reacción ante la fórmula ofrecida por los Estados Unidos para el sur del continente se materializó en la creación de la Cepal (1 949) (3), que trajo consigo ideas de un sistema contrario, representado por la implementación de programas de sustitución de importaciones, presencia de los gobiernos en las actividades económicas y protección de la industria naciente. Resultado, la insuficiencia de los mercados nacionales limitaba la industrialización y la incapacidad de reabsorber la producción hizo volver la mirada hacia la integración económica como un mecanismo de complementación. Así la proyectada complementación terminó convertida en competencia, en términos y condiciones desiguales, por lo que la ventana del proteccionismo presentó baches a los pininos integracionistas latinoamericanos (ver Toro Hardy, 1 993), llegando en los años ochenta a la década perdida latinoamericana, o "período de Mega Depresión" (Cordeiro, 1995).

El desempeño latinoamericano en lo relativo a su participación en el comercio mundial descendió a niveles de 1%, luego de que entre 1970 y 1980 se ubicaba en 5,8%. Así como el valor de las exportaciones cayó de 8% en 1960 a 5,5% en 1980 y 4% en 1992. (Banco Mundial, 1994)

Llegados los años noventa la caída de la Unión Soviética que junto a Estados Unidos había conformado la bipolaridad que rigió al mundo durante más de cuatro décadas, dió paso al surgimiento del Nuevo Orden Mundial.

La eliminación del contrapeso ideológico implica la reordenación inmediata de los esquemas de desarrollo, pero no es posible la realización de cambios profundos sin conflictos y resistencias. El mundo económico paso a estar conformado por Estados Unidos, la Unidad Europea -centrada en Alemania- , y Japón. En ese momento histórico los Estados Unidos se enfrentaban nuevamente a posiciones pendulares: entre el neoaislacionismo y ocuparse de resolver sus serios problemas económicos o el intervencionismo (4) encumbrándose como nación poseedora de la hegemonía internacional; el fiel de la balanza apuntó hacia la segunda opción, la posición asumida fue el intervencionismo; decisión que se vio justificada por el conflicto del Golfo Pérsico. Sin embargo, el desvío de sus fuerzas tuvo sus consecuencias en el orden económico, al observar que entre 1991 y 1993 la economía mundial creció solo en 1,1% , que en términos per cápita significó estancamiento. En este mismo período los países del Grupo de los Siete crecieron sólo 1,2%, en comparación al 3,2% obtenido entre 1981 a 1990. (Banco Mundial, 1994)

El actual esquema económico internacional revela la presencia de capitales norteamericanos, europeos, chinos y japoneses; la expansión del comercio internacional; la presencia de los bloques económicos mundiales hacen cuesta arriba la existencia individual de las naciones en su búsqueda de espacio en el mercado internacional. Hasta dentro del universo económico de los países desarrollados existen posiciones distintas, Suiza, por ejemplo, decide no participar en el Mercado Común Europeo, por temor a las olas inmigratorias y a la pérdida de independencia financiera que supone un riesgo a su soberanía nacional, la Unión Europea no muestra mayor interés en asimilar a los países de Europa del Este en gran parte dependientes de la agricultura. Si esta es la situación de la Unión Europea que mueve el 45% del comercio mundial ¿cuál debe ser la óptica para los países latinoamericanos que si bien es cierto han asimilado el proceso de apertura e integración en bloques económicos, distan largamente en el acoplamiento de sus estructuras a las existentes en el mundo europeo?

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