Espacios. Vol. 19 (3) 1.998


Del mercado de la información a la sociedad del conocimiento. 3/6

From the information market to the knowledge society

Víctor Alvarez R., Davgla Rodríguez A.


II.2. El teletrabajo en la sociedad del conocimiento

Gracias al avance de las telecomunicaciones, y en la medida que desaparezcan las diferencias entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, podremos trabajar desde nuestra casa, ahorrándonos el tiempo que se despilfarra en interminables colas, haciendo más grata la vida al no tener que quitarse las pantuflas para ponerse todos los días unos tacones, flux y corbata o un pesado maquillaje. Por su parte, las empresas ya no tendrán que recargar al precio de venta al público lo que le cuestan los locales. Surgirán muchas Pymes en cada casa gracias a la flexibilidad que ofrecen los sistemas de información. Podremos entonces vivir retirados de las grandes urbes, lejos de la contaminación y del ruido infernal de las ciudades.

El trabajo a domicilio a través del computador conectado a las autopistas de la información nos dejará más tiempo libre para hacer sin apuro el amor cada mañana, para dedicarle más tiempo a nuestros hijos, para escuchar la música que nos gusta y no podemos disfrutar porque hay que salir de madrugada para evadir la cola en la autopista de asfalto.

La expansión del teletrabajo se ve facilitada por los avances en el software y hardware. Así por ejemplo, las computadores personales, con su indetenible aumento exponencial en la potencia (más capacidad de memoria RAM, mayor capacidad de almacenamiento, mayor velocidad de procesamiento, mayor facilidad en el transporte de los equipos portátiles, etcétera) han revolucionado la capacidad individual, institucional y social para producir, circular y utilizar información y conocimientos y los procesos productivos y de toma de decisiones.

Por si fuera poco, la drástica reducción del costo por unidad, hace posible que cualquier persona pueda ser propietaria de su propio y poderoso medio de producción con apenas una pequeña inversión. Ya no se trata de montar una siderúrgica o una ensambladora de vehículos para ser un empresario próspero. Tampoco hace falta comprar o alquilar un local para instalar una oficina o una tienda, con la inversión adicional en mobiliario, equipos y mercancías que obligatoriamente habría que hacer para que el negocio arranque. Simplemente se trata de adquirir un computador personal con una adecuada configuración, que instalado en un rincón del lugar donde habita una persona puede convertirse en el acto en una microempresa que manufactura nuevos y mejores conocimientos que se intercambian a través de las autopistas de la información. A su vez, estas permiten acceso a las minas y canteras de la materia prima fundamental de está era: la información y el conocimiento. Esta circunstancia por supuesto que ha empezado a alterar las tradicionales relaciones de producción en las que unos pocos eran dueños de los medios de producción mientras que otros apenas poseían su fuerza de trabajo. Ahora, con un nivel de calificación adecuado y una mínima inversión, cada quien puede ser dueño de su propia empresa.

Por esta razón, la inversión pública y privada en el desarrollo de la infraestructura de telecomunicaciones se convierte en el factor clave para apuntalar el desarrollo económico y mejorar la calidad de vida de la sociedad. La extensión de esta infraestructura se requiere para la difusión y óptimo aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información, incluyendo los poderosos desarrollos de hardware y software que están al alcance de cualquiera en el mercado. Es a través de la red de telecomunicaciones como se pueden interconectar las computadores a las autopistas de la información que llegan a cualquier país del mundo.

Las telecomunicaciones se convierten en el factor clave para la difusión y máximo aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información. Ellas hacen posible la interconexión entre millares de computadores ubicados en cualquier lugar del mundo. Todos estos son unidades de procesamiento de información, pequeñas fábricas de información que, al interconectarse, facilitan la estructuración de las redes internacionales y globales para vender, comprar o, simplemente, intercambiar la información que se usa en la producción y en la toma de decisiones.

Las aplicaciones de estos sistemas y redes de infomación a los procesos de trabajo, bien sea en fábricas u oficinas, también ha hecho posible el desarrollo de sistema de producción más sofisticados. Hoy en día, son muchas las empresas que tienen implantados procesos de diseño y manufactura asistidos por computador. Atrás quedó el papel milimetrado, las escuadras y el compás a la hora de hacer diseños de industriales y trabajos de ingeniería. Tales aplicaciones también han hecho posible la automatización avanzada de las oficinas. El concepto de las oficinas sin papeles empieza a ser una realidad. Todo esto creó las condiciones para implantar sistemas de gestión y producción integrados mucho más flexibles. Por supuesto, cuando las organizaciones y empresas rediseñan sus procesos, eliminando pasos y trámites innecesarios, y de paso los automatizan, cuando se interconectan en red, cuando eliminan el papeleo e implantan el intercambio electrónico de datos e información, el perfil de cargos empieza a cambiar radicalmente. La naturaleza de las funciones ya no es la misma. Las destrezas que se requieren son otras. En consecuencia, se hace necesario reconvertir el perfil profesional de los trabajadores, cambiarlos de un puesto que desaparece a uno nuevo que se crea. Así se transfiere el personal de una gerencia a otra. Algunas dependencias cobran mayor importancia. Otras la pierden y hasta pueden desaparecer. Al rediseñar y automatizar los procesos operacionales y de gestión, toda la vida de una organización puede cambiar.

Lo que hay que dejar claro es que las nuevas tecnologías de la información mejorarán radicalmente la vida de los ciudadanos. Desatarán un nuevo modelo de organización social y productiva, nuevos procesos urbanos y regionales, nuevas formas de producir, de comprar y consumir. Nuevas maneras de satisfacer las necesidades espirituales y materiales de la sociedad.

Emerge así un nuevo modo de desarrollo apoyado en las tecnologías de información como fuerza motriz de los cambios profundos que han comenzado a producirse en las formas de producción y circulación de los bienes y servicios que necesita la sociedad para satisfacer sus necesidades. Estas transformaciones constituyen una clara manifestación del avance de la sociedad del conocimiento y de la reestructuración del capitalismo. Sin lugar a dudas, las nuevas tecnologías de la información mejorarán radicalmente la vida de los ciudadanos. Desatarán un nuevo modelo de organización social y productiva, nuevos procesos urbanos y regionales, nuevas formas de producir, de comprar y consumir. Nuevas maneras de satisfacer las necesidades espirituales y materiales de la sociedad.

II.3. De las carreteras de piedra a las autopistas de la información

Para que una economía funcione necesita una adecuada infraestructura. Necesita carreteras y autopistas que conecten los centros de materias primas con los de producción y consumo. Necesita una infraestructura de energía que permita distribuir la electricidad desde las centrales termo-eléctricas e hidroeléctricas hasta las ciudades y zonas industriales. Necesita una infraestructura de telecomunicaciones (teléfono, fax, radio, televisión, internet) que permita producir, circular y utilizar la información y los conocimientos que se requieren, sobre todo en esta época en la que las actividades económicas, sociales y políticas se hacen cada vez más intensivas en el uso de los mismos. Igualmente hacen falta puertos y aeropuertos, líneas ferroviarias reforzadas con sistemas de transporte descentralizados a través de camiones.

Es necesario dejar clara la importancia que tienen la inversión en la infraestructura de telecomunicaciones para que el país no quede al margen de las oportunidades que brinda el avance del Mercado de la Información y de la Sociedad del Conocimiento.

Recordemos que en una época en la que casi todos los mensajes se enviaban por encomiendas a lomos de mulas o en vagones de ferrocarril, Samuel Morse -con su famosa clave- demostró que podía enviar mensajes a lo largo de un cable, sin importar la distancia entre el emisor y el receptor. Desde entonces, los más apartados rincones del planeta se han conectado y tejido a través de cadenas y redes de cables que los intercomunican.

Así, llegamos a una época en la que el desarrollo de poderosas computadores, en las que se instalan programas cada vez más compatibles y fáciles de manejar, permiten la interconexión a lo largo y ancho del globo de millones de personas, instituciones y empresas, siempre y cuando en sus respectivos países se hayan hecho las inversiones requeridas en la infraestructura de telecomunicaciones para facilitar la interconexión con las autopistas internacionales de la información.

Ahora bien, a medida que millones de computadores se conectan a esta red, esta plataforma necesita un nivel de inteligencia superior para manejar los crecientes volúmenes de información que circulan a través de las mismas. Vale aclarar que se trata de crear una plataforma de telecomunicaciones inteligente, que además de facilitar el recorrido de la información, también sea capaz de prever dónde y cuando pueden producirse sobrecargas de información para ajustar automáticamente su estructura y así evitar que la misma colapse o se subutilice.

Para no quedarse al margen de las ventajas y oportunidades que ofrecen las tecnologías de la información, la gran tarea que está planteada, entonces, es la de crear la infraestructura de telecomunicaciones. Y esta no es una tarea fácil. El propio Morse tuvo que convencer al Congreso de los Estados Unidos para que en su momento le aprobaran 30 mil dólares para tender una línea telegráfica entre Washington y Baltimore e inaugurar la era de las telecomunicaciones, la cual ha cobrado fuerza y vigor en esta época en la que es técnicamente posible que cada quien, desde su casa, pueda tener una computadora personal conectada a las autopistas de la información.

Pero todavía son muchas las personas que ni siquiera tienen teléfono en sus viviendas. Todavía son muchas las empresas que no tienen una página Web para dar a conocer sus productos y servicios. Todavía son muchas las instituciones públicas que no han creado sus redes internas y se mantienen atomizados en sus minifundios. Mientras tanto, otros países y empresas se han conectado a las autopistas de la información, han desarrollado redes globales a través de las cuales se comunican en el acto desde cualquier lugar del mundo.

Como ha podido apreciarse, es el desarrollo de la infraestructura de telecomunicaciones una condición básica para tener acceso oportuno al mercado de la información. Las empresas dependen más de sus redes de información para producir y comercializar: Dependen de estas redes para el intercambio de especificaciones técnicas, el intercambio de planos y programas, la identificación de mercados y proveedores, incluso, para controlar a distancia las cadenas de fabricación y distribución de mercancías.

Los sistemas de información conectados a las autopistas de información son considerados cada vez más como imprescindibles armas estratégicas que allanan el camino para que las empresas puedan penetrar mercados y mantenerse en ellos exitosamente.

No por casualidad, observamos como cada vez son más los países que se incorporan a la carrera por crear estas redes y extender su cobertura a todo el globo. La importancia que le atribuyen es la misma que en su época le dieron a la construcción de la red de ferrocarriles para crear los mercados nacionales. En su momento también se la dieron a la creación de la infraestructura para la generación y distribución de la electricidad. Como se sabe, el uso de esta fuente de energía desencadenó un salto cuántico en los incrementos de la productividad y competitividad productiva y en la mejora radical de la calidad de vida de su gente. En efecto, una vez que tuvieron acceso a la luz eléctrica, pudieron aprovechar las bondades de los refrigeradores, la radio, la televisión y la amplia gama de productos y artefactos electrodomésticos cuya producción sólo fue posibles gracias a las inversiones que se hicieron en la infraestructura necesaria para generar y distribuir electricidad.

Estas son las mismas implicaciones que en la actualidad tienen las inversiones en la infraestructura de telecomunicaciones. Sólo así la producción, circulación y uso de la información podrá llegar al mayor número de ciudadanos, instituciones y empresas. Sin embargo, la trascendencia y repercusión de este fenómeno aún no ha sido bien percibido y comprendido por muchas naciones, razón por la cual corren el riesgo de quedarse a la zaga y perder la oportunidad de desarrollo y bienestar que ofrece hoy la revolución de la información, tal como la ofreció ayer la revolución de la electricidad. Si nadie utilizara las tecnologías de la información no habría amenaza ni problema. Pero, como cada vez son más los países y organizaciones que las usan, las consecuencias para los que se queden al margen son fácilmente predecibles, toda vez que condenarán a su aparato productivo y a sus ciudadanos a una indetenible pérdida de su competitividad y de su calidad de vida.

No es una exageración el afirmar que tanto el actual equilibrio de poder como también la balanza competitiva pueden verse severamente modificados en dependencia de quien tome la delantera en esta guerra por la información. La oferta de nuevas tecnologías de la información, en conjunción con la creciente demanda de más y mejores servicios de información, están en la base de las profundas transformaciones que actualmente se aprecian en la organización de la economía y la sociedad.

Sin lugar a dudas, la exigente demanda por mejores telecomunicaciones y por una mayor y mejor oferta de servicios de información, están cambiando el mundo. La economía y la sociedad dependen cada vez más de la calidad de los servicios de información que se comercializan a través de una poderosa y eficaz infraestructura de telecomunicaciones. Así como de nada sirven las comodidades en bombas de gasolina y los mejores restaurantes y hoteles de carretera si previamente no ha sido creada la infraestructura de autopistas a través de las cuales circulen los consumidores, de nada vale que en cada casa o en cada empresa haya una poderosa computadora si no existe la infraestructura de telecomunicaciones que permita el acceso a las autopistas de información, como tampoco vale la más sofisticada infraestructura de telecomunicaciones si no hay ninguna información que intercambiar.

Estas redes de telecomunicaciones pasan a ser para la economía y la sociedad lo que el sistema nervioso es para el cuerpo humano. Sin él serían imposible las sensaciones de vista, tacto, gusto, olfato y oído que permiten disfrutar la vida con intensidad. Lo que se está formando, entonces, es una economía que se parece a un sistema nervioso, donde las redes y sistemas de información son como una red de nervios y órganos que reciben y procesan información para producir más y mejor información.

Michael Dertouzos, director del Laboratorio de Ciencias de la Informática del MIT, define el mercado de la información como el “mercado aldea del siglo XXI, donde la gente y las computadoras compran, venden e intercambian libremente información y servicios de información” 3 . En este sentido, el mercado de la información es el conjunto de personas, organizaciones y empresas que con sus respectivas computadoras y software se interconectan a través de las telecomunicaciones para comercializar o intercambiar información por las mismas razones de lucro o satisfacción de una necesidad por la cual los agentes económicos y sociales concurren al mercado convencional de bienes y servicios.

En efecto, el rediseño de los procesos operativos y de gestión y su automatización es un fenómeno presente en un creciente número de empresas y organizaciones. Como consecuencia, se han obtenido saltos cuánticos en la productividad. La oficina sin papeles se hace una realidad cada vez más extendida, lo cual redunda en una drástica reducción de los costos, una mejora en la eficiencia y una mayor competitividad. Las tecnologías de la información permiten un mejor aprovechamiento del tiempo. Y el tiempo es oro. Cada hora que se ahorra es crucial. Y el mercado de la información empieza a tener éxito porque permite ahorrar tiempo y dinero, permite aumentar los ingresos, permite más tiempo libre para hacer otras cosas.

De hecho, cada vez es más la gente que al estar conectada puede trabajar desde su casa, liberándose del infernal tráfico que colapsa las ciudades y hace perder no sólo horas y horas de trabajo sino, lo que es más importante aún, horas y horas de descanso. Los mercados de información pueden tener distinto tamaño, diferente cobertura. Pueden ser mercados especializados: información industrial, financiera, legal, cultural, etcétera. Pueden ser nacionales o internacionales. Pueden ser públicos o privados. Pueden ser pagos o gratuitos. Así las cosas, se multiplicarán las redes públicas y privadas de información. Un nuevo mundo de negocios germina y ofrece oportunidades sin precedentes. Este mercado de la información apenas está comenzando a provocar una profunda transformación en la manera tradicional de hacer negocios y, favorablemente, repercutirá en la calidad de vida y en el bienestar de los ciudadanos.

Las tecnologías de la información están modificando las maneras de producir y trabajar, están replanteando la vida en muchas dimensiones: como se educan los niños y jóvenes, como se comunican los científicos, cómo las empresas encuentran mercados para comprar o vender productos, cómo se obtiene información para tomar importantes decisiones de negocios.

El mercado de la información anuncia posibilidades de negocios sin precedentes en el que las empresas que intervengan podrán facturar billones de dólares. La guerra por controlar el mercado de la información ha comenzado. Las formas físicas y funcionales de sus productos y servicios ya están a la venta. Sus fábricas han comenzado a operar. Así vemos que las empresas telefónicas y de televisión por cable rompen día a día las calles en su carrera por sembrar de cables las ciudades y controlar antes que nadie la emisión de información a través de sus redes. Por su parte, las empresas de software se afanan por lograr que sus programas sean los que se instalen en los millones de computadoras que hay en el planeta. Y a su vez, los fabricantes de hardware se esmeran por mejorar la capacidad de memoria y la velocidad de procesamiento de sus equipos y así poder llevarse la mayor cuota del mercado. Incluso, la industria de la comunicación, con su grandes, medianas y pequeñas empresas de periódicos, revistas, videos y grabaciones de música también se baten por dominar este mercado.

En cada sector, las empresas líderes buscan doblegar a sus competidores e imponer su dominio absoluto. Otras se integran en su afán de suministrarlo todo: la conectividad, el hardware, el software y hasta la programación.

Qué pasaría entonces si todas las personas, organizaciones y empresas de todos los países del mundo tuviesen computadoras interconectadas. La guerra por controlar ese enorme mercado de la información y los billones de dólares que en él pueden facturarse está en pleno proceso de desarrollo.

Ahora bien, el mercado de la información se construye sobre la base de una infraestructura compartida. Esta servirá para transmitir la datos, el sonido, los textos, las imágenes y cualquier otra forma que tome la información a través de operaciones automáticas por teléfono, cable o satélite. Pero si la comparamos con las condiciones que debe tener cualquier infraestructura, tales como la red telefónica, eléctrica o de ferrocarriles y autopistas, vemos entonces que la infraestructura que necesita el mercado de la información apenas se está comenzando a construir.

En efecto, la infraestructura de la información, como cualquiera de las infraestructura antes mencionada, debe ofrecer amplia disponibilidad y deben ser fáciles de usar. Así como a cualquier empresa llega la electricidad, la infraestructura de telecomunicaciones debe ofrecerle acceso al teléfono y acceso a las autopistas a través de las computadoras interconectadas. Sobre todo, los debe saber usar en todo su potencial y no sólo como si fuera una máquina de escribir más. Por otra parte, la infraestructura de la información debe ser multiplicable; es decir, deben servir de base para crear otra infraestructura de mayor cobertura.

Igualmente, la infraestructura de información debe permitir la realización de un número creciente de actividades independientes. Así como la red telefónica permite muchas llamadas telefónicas a la vez, así como la red eléctrica permite que muchos artefactos electrodomésticos puedan estar encendidos simultáneamente, así como las carretaras y autopistas de asfalto permiten que millares de vehículos puedan circular al mismo tiempo, igualmente la infraestructura de telecomunicaciones debe permitir que millares de computadoras puedan estar interconectadas simultáneamente para vender, comprar o intercambiar información.


[anteror] [Volver a parte superior página] [siguiente]


[Volver al inicio]

Vol. 19 (3) 1.998
[Índice] [Editorial] [Libros]