Arnoldo Pirela
Todos los estudios realizados por nuestro equipo de investigación en diversos sectores de la estructura industrial venezolana, así como las ideas que se pueden extraer de muchos otros trabajos, nos indican que el agrupamiento de sectores donde es posible identificar las mejores y más amplias ventajas, actuales o potenciales, están alrededor del petróleo, petroquímica y química. Hay ventajas en factores naturales y otras desarrolladas durante el tiempo, existen también las mejores capacidades y experiencia de aprendizaje conocidas en sectores conexos y de apoyo. Existen, por ejemplo: en la industria petrolera los mejores sistemas de información que se hayan podido desarrollar en el país. Hay, también una experiencia de encadenamiento productivos con proveedores desarrollados por la industria petrolera, en particular en los últimos años después de la nacionalización y con importantes grados de concentración alrededor del sector metalmecánico, pero también de equipos eléctricos y electromecánicos, así como de informática y computación. Además hay muchos otros aspectos favorables, los cuales sería muy largo para detallar aquí y no se corresponde eso con el objetivo de esta parte final del texto.
Nos aproximamos a los veinte años de la decisión del Estado venezolano de nacionalizar, estatizar y monopolizar la industria petrolera. Poco después de esa decisión, se dio paso de construir, mediante la creación del INTEVEP, un instrumento de desarrollo competitivo de este sector. Hoy la industria petrolera luce estar en gran medida capacitada para explotar, no sólo nuestros recursos de hidrocarburos, sino el negocio de la tecnología asociada. Además, se percibe a la industria petrolera aplicando una política que parece entender el valor del conocimiento y los mecanismos que le son inherentes: estimula la formación de recursos humanos en las universidades y hasta en educación media, promueve investigación básica y académica, construye complejos y actualizados sistemas de información especializada, vincula sus actividades propias de investigación, desarrollo y producción con todas las fuentes accesibles de conocimiento y experticia nacional e internacional y, en alguna medida, trabaja para desarrollar proyectos tecnológicos que estimulen su competitividad y generen recursos, en tanto que productos y servicios distintos de los hidrocarburos y derivados.
Además, la llamada internacionalización de la industria y el programa de empresas mixtas con capital nacional y extranjero la ha vinculado más estrechamente al sector químico privado nacional. En ese sentido, es necesario destacar que la industria química venezolana, en la que se ha centrado nuestro trabajo en los últimos siete años, no dudamos en decir que es el sector de amplia participación de la industria privada del país donde se ha logrado, como agregado, alcanzar los niveles más altos de desarrollo de una cultura empresarial y en particular de una cultura tecnológica. Eso no quiere decir que está a niveles de competitividad internacional, pero comparativamente con el resto de los sectores industriales del país está ciertamente muy por encima.
Ahora bien, de los resultados de este último estudio sobre el efecto de las medidas de ajuste estructural en la conducta tecnológica de las empresas de este sector, lo menos que se puede decir es que no ha logrado estimular positivamente a las empresas para adoptar conductas más activas desde el punto de vista tecnológico, y en algunos aspectos claves es ciertamente posible afirmar que se ha producido un estancamiento y hasta retroceso en las empresas.
Los datos nos indican que la cultura y conducta tecnológica de las empresas del sector, si observamos el efecto de los ajustes sobre muchos de los elementos que contribuyen a la conformación de la primera, y sobre los factores que condicionan la segunda, han sufrido durante estos cuatro años impactos de una negativa influencia en el largo plazo. No obstante, es necesario señalar que el proceso está cargado de un impulso estimulador de la competencia, la apertura de fronteras comerciales, la liberación de las tasas de cambio y la siembra de una ideología sobre la competencia internacional, los cuales indudablemente tendrán, también en el largo plazo, algunos efectos positivos.
A nuestro modo de ver, el error más importante que se ha cometido es la inhibición casi total de una acción de políticas del Estado para orientar objetivos claros de reconversión y transformación del aparato productivo y de servicios. Más allá de repetir hasta el cansancio slogans generales sobre la necesidad de una industria con competitividad internacional, y los esfuerzos de privatización de algunos servicios, se ha hecho muy poco o casi nada en materia de política industrial y tecnológica.
Construir y, antes que todo, acordar entre Estado, empresarios y universidades u otros centros de investigación y formación, los fundamentos de esa política tecnológica para la industria química y petroquímica, es una tarea difícil pero ineludible. No debe olvidarse tampoco, que sus postulados básicos deben alimentar el proceso de renegociación del paquete de apoyo internacional a los ajustes estructurales de nuestra economía. De lo contrario no hay reconversión posible de nuestra industria.